Hijos afeminados

Autor: Padre Alejandro Cortés González-Báez

 

 

Para fomentar y fortalecer tanto la feminidad de las hijas, como la virilidad de los hijos, es importante que el ambiente familiar se caracterice por los siguientes aspectos:

-La participación del padre en la educación de los hijos.

-Evitar actitudes de sobre-protección especialmente de las madres sobre sus hijos varones, así como la exigencia exagerada y crueldad por parte de los padres.

-La aceptación de la personalidad de cada hijo.

-El fomento de un sano clima de confianza en el que se traten los temas de sexualidad con claridad, sin hacer a un lado la valoración moral de los actos correspondientes; es decir, llamando a las cosas por su nombre y dejando bien claro que en el comportamiento humano existen actos buenos y actos malos por su adecuación o inadecuación a la naturaleza humana.

- Fomentar la convivencia entre padres e hijos, evitando el peligro del aislamiento.

-La atención de los padres hacia las actitudes que salgan de los patrones de conducta propios de cada sexo. 

-Pueden darse casos de comportamientos afeminados en los niños, que estén motivados por alteraciones hormonales, por ello es recomendable acudir a un médico endocrinólogo que sugiera el tipo de estudios a realizar y, en su caso, el tratamiento a seguir. 

Frecuentemente la experiencia demuestra que los niños amanerados son relegados por sus compañeros de clases y vecinos; no se les deja participar en los juegos de grupo; no se les acepta en las pandillas y, además, son objeto de sarcasmo inhumano y cruel.

Es fundamental no perder de vista que un comportamiento afeminado no debe equipararse necesariamente con tendencias homosexuales; pero sin olvidar que, si no se les pone atención, los pequeños corren peligro de caer en manos de personas degeneradas que podrían ocasionarles graves daños para toda la vida.

Se dan casos de adolescentes quienes presentan ciertas indeterminaciones afectivas, especialmente si su temperamento es tímido, lo cual los puede llevar a sufrir obsesiones y angustias difíciles de superar por si mismos. Para evitar que esto suceda es conveniente que los padres sepan ganarse la confianza de sus hijos desde pequeños y así se les facilite el diálogo sereno, respetuoso y comprensivo dentro del que se toquen -por anticipado- las posibles dificultades, inquietudes y peligros.

A la hora de abordar este delicado tema podemos encontrar posturas completamente opuestas; es por ello que los responsables de la educación de los niños -es decir sus padres- hayan de poner todos los medios para buscar especialistas de criterio recto y responsabilidad profesional.