Los sentimientos, esos malos consejero

Autor: Padre Alejandro Cortés González-Báez  

 

 

Hete aquí que un cazador solitario, en la tupida selva de algún país africano, se percató de que al estar en un claro se encontraba rodeado de varias decenas de nativos, todos con sus lanzas y arcos en las manos, y fieras expresiones en sus caras, por lo cual pensó: estoy irremediablemente perdido. En ese momento, escuchó una voz en su interior que le dijo con tono bajo pero firme: No, todavía no. Corre hacia el jefe de la tribu –es aquel que tienes enfrente, y con el penacho más grande– toma su lanza, y mata a su hijo que es el joven que tiene a su derecha. Animado por una fuerte descarga de adrenalina, él obedeció aquella voz interior, corrió con gran agilidad hacia el jefe, le arrebató la lanza, y se la clavó con un bravío golpe en el pecho a su hijo. En ese preciso momento volvió a escuchar aquella voz que le decía Ahora sí, ahora sí que estás irremediablemente perdido.

No cabe duda que la intuición puede ser muy útil en algunos momentos, pero dejarnos arrastrar por nuestras corazonadas puede llevarnos a cometer los peores errores de nuestra vida, como resulta patente en asuntos como la elección de la pareja para formar un matrimonio.

La mayoría de los mortales solamente usamos los sentimientos para estar al pendiente de nosotros mismos, de lo que nos molesta o de lo que nos gusta, y nuestra relación con los demás suele estar profundamente marcada también por las pasiones, de forma que lo que hacemos por otros suele regirse, o por el amor que sentimos en ese momento, o por el rencor que les guardamos.

Solemos usar como definición del hombre la de: “animal racional”, sin embargo, y dependiendo de la raza, en algunos casos podríamos cambiar dicha definición por la de “animal sentimental”. Aprender a educar los sentimientos sigue siendo hoy una de las grandes tareas pendientes, y como bien dice Alfonso Aguiló: “Las personas que gozan de una buena educación afectiva suelen sentirse más satisfechas, son más eficaces, y hacen rendir mejor su talento natural. En cambio, quienes no logran dominar bien su vida emocional, se debaten en constantes luchas internas que socavan su capacidad de pensar, de trabajar y de relacionarse con los demás.

“Como es lógico, no se trata de sustituir a la razón por los sentimientos, ni tampoco lo contrario. Se trata de reconciliar cabeza y corazón, tanto en la familia como en las aulas o en las relaciones humanas en general.

“Es verdad que las pasiones hacen llorar y sufrir, pero no por eso han de ser algo negativo, porque ¿acaso se puede dar una buena clase, o sacar adelante un proyecto importante, o amar de verdad a otra persona, desde la indiferencia? Sin apasionamiento, ¿habrían existido los grandes hombres que han llenado de luz y de fuerza nuestra historia, nuestra literatura, nuestra cultura? Educar bien nuestras pasiones nos hace más humanos, más libres, y más valiosos”. Indudablemente que este importantísimo tema da para mucho.