La tolerancia

Autor: Padre Alejandro Cortés González-Báez  

 

 

Si a su hijo de cinco años un compañerito le robó su “lunch” en el recreo ¿Usted le recomienda que tenga paciencia, o que le reclame? y si además lo insulta, ofendiendo a su mamá o a su papá (o sea: a usted), o bien si le dice que es un idiota porque le va a otro equipo de futbol ¿Qué le diría a su hijo: ¡Sé tolerante! o ¡No te dejes!? Parece ser, pues, que el asunto de la famosa tolerancia ha de tenerse en cuenta desde muy temprana edad.

Dimensionando el tema a otros niveles, descubrimos que en algunas oscuras, pero ruidosas habitaciones de nuestro mundo, siguen vivos los fundamentalismos, los nacionalismos, los racismos. ¿Será conveniente enfrentarlos con una postura de tolerancia? y de ser así, ¿qué tanto?

Por otra parte, y con frecuencia, vemos que quienes se constituyen como si fueran “los portavoces oficiales” de la humanidad, de las mujeres, de los indígenas, etc., suelen ser bastante intransigentes acusando a su vez, de este vicio, a quienes no piensan como ellos. En el mundo podemos encontrar dos tipos de fanatismos: los fanatismos simples, y los antifanatismos, que, además, ven fanáticos en todas las esquinas. No sabría decir cuáles son peores.

Cada día está más clara la necesidad de la tolerancia como requisito de una vida civilizada, evitando caer en un ambiente donde rija la ley del más fuerte. Pero, ¿debemos ser tolerantes hasta permitir que se cometan injusticias? ¿No será esto, en muchos casos, sinónimo de estupidez o de cobardía?

Quien defiende sus derechos y sus ideas, ¿es intransigente? ¿Defender la existencia de la verdad es intolerancia?, o es que simplemente no existe la verdad, de tal manera que lo bueno y lo malo son calificativos carentes de valor real objetivo, conceptos puramente relativos a los intereses subjetivos del individuo o de los grupos, o a las pautas y valores vigentes en una sociedad o cultura determinadas. Me pregunto si ser un corruptor de menores ¿podrá ser “relativamente” malo en alguna época o lugar?

Siendo la tolerancia una virtud moral que trata de conjugar el respeto a la verdad con el respeto debido a la libertad de los individuos, no deberá separarse en ningún momento de la prudencia, teniendo en cuenta que la verdad y la libertad se reclaman mutuamente.

Pretender, por otra parte, que el hombre obre el bien moral “obligadamente” es una contradicción en los términos, pues si se conduce así, en contra de su voluntad, sus actos no tendrán el mismo valor moral, no tienen el mérito de haber sido realizados humanamente, pues la libertad es un requisito ético. La tolerancia es respeto a la persona y a su libertad, aun teniendo en cuenta su capacidad de cometer errores y obrar el mal. El error y el mal no son objeto de respeto, pero sí lo es la persona que yerra, o se porta inadecuadamente. Porque ni aun en ese caso, el individuo decae de su dignidad originaria. En definitiva, nos guste o no, hemos de ser intransigentes con el error, pero respetuosos con las personas.