Ideologías manipuladoras

Autor: Padre Alejandro Cortés González-Báez  

 

 

Cuando escucha hablar de “la clase trabajadora”, ¿usted, en qué piensa: en los empleados o en el dueño del negocio; en los obreros o en los gerentes de una fábrica; en los ingenieros o en los albañiles? Ahora bien, ¿será que los dueños de los comercios, y los profesionistas no son trabajadores?

Cuando escucha el reclamo de los muchachos al afirmar: “Soy joven, tengo derecho a divertirme” ¿a usted, le parece que este argumento es cierto y justo? Y cuando una Secretaría de Estado promulga un decreto que pone en entredicho la potestad de los padres sobre los hijos, ¿usted la aprueba, o la tolera, pues considera que para eso están las autoridades civiles?

Cuando se hace referencia a la virtud de la tolerancia, ¿usted, acepta que esta actitud se debe poner en práctica aceptando cualquier costumbre social, y cualesquiera que sea la conducta de terceros? Yo sé que en estos temas hay opiniones opuestas, pero, en mi caso, no estoy de acuerdo.

Si a mí no me gustan el rugby o las carreras de autos no por eso los odio; ni soy enemigo de estas actividades; ni tampoco significa que persiga a quienes las practican para acabar con ellos. Es muy distinto no estar de acuerdo con algo a ser su enemigo. Si reconozco que la homosexualidad, por poner otro ejemplo concreto, es una práctica antinatural, no significa que sea yo un homofóbico, o sea que odie a las personas homosexuales. No veo la necesidad de crear una novela publicitaria de víctimas y verdugos inquisidores en relación al tema. Así de simple.

Claro está que sí existen homofóbicos, y si esa actitud los lleva a delinquir en contra de las personas homosexuales merecen recibir los castigos que las leyes justas contemplan, incluyendo a los homosexuales que matan a otras personas homosexuales.

Jamás he maltratado a un homosexual y, cuando -ejerciendo mi ministerio sacerdotal- he conversado con algunos de ellos, o me ha tocado atender a estas personas, siempre he procurado hacerlo en un marco de un absoluto respeto.

Gracias a Dios, tengo derecho a pensar de forma distinta a otros y a exponer mis convicciones, como lo he venido haciendo en mis columnas semanales desde hace 15 años en diversos medios.

Hoy, cuando lo que sobra es información, y se multiplican las vías de comunicación a nivel mundial, las innumerables ideologías erróneas que flotan en el ambiente se asemejan al humo del tabaco, que termina haciendo daño hasta a los no fumadores. Me parece que es hora de despertar el sentido crítico abriendo las ventanas para ventilar antes de que nos hagan daño a todos.