Mejor... soltera

Autor: Padre Alejandro Cortés González-Báez  

 

 

Me decía en una ocasión un amigo: “No… Sí me tiré, pero no se me abrió el paracaídas”. No son pocas las conversaciones en las que he escuchado algo que se relaciona con esta idea: “No sé por qué me casé con esta persona”. Quizás la respuesta a tal pregunta esté en una de las consignas vitales que podemos descubrir en nuestra sociedad: “Antes desdichada que solterona”.

No cabe duda que llegar a cometer un error de tal calibre significa vivir con el alma tensa, y la verdad es que vivir así, no es vivir. Si embargo, gracias a Dios, de vez en cuando uno se encuentra con hombres y mujeres normales que no se han casado simplemente porque no, y San Se acabó.

Resulta curioso que ya San Pablo (este Santo si es “de adeveras”, y no como San Se acabó), les recomendaba a los jóvenes en los inicios del cristianismo, que si no estaban casados, no contrajeran nupcias, pues quería evitarles las penas que trae consigo el matrimonio. Y esto -es importante recalcarlo- lo afirmaba quien en otra de sus epístolas se refería al matrimonio como “Sacramentum magnum”, es decir, “Sacramento grande”.

Indiscutiblemente la mayoría de los humanos habremos sentido aquel gran reclamo de nuestra naturaleza para vivir amando a una esposa o esposo, y formar con esa pareja una familia, transmitiendo la vida a otros seres que puedan llamarnos mamá y papá. Sin embargo, resulta también evidente que tal situación, por el hecho de haberse conseguido, no ha hecho felices a todos los casados que hayan engendrado hijos.

La soltería, de suyo, no es una situación imperfecta, sino distinta. Los solteros no son personas incompletas, son personas que desempeñan los mismos trabajos, con las mismas responsabilidades profesionales y sociales que los demás; que se relacionan con sus familiares y amigos como cualquier otro; pero que en muchos casos no han encontrado a la persona que consideran conveniente para construir la tan idealizada felicidad familiar. Y, a veces, porque son muy exigentes.

Indiscutiblemente que podremos encontrar entre ellos a feos, antipáticos e inmaduros, pero también en esto se parecen a otros que sí están casados.

Otros eligen la soltería para poder dedicar todas sus energías a ideales de servicio más elevados. Y desde cierto punto de vista, están comprometidos con decenas o cientos de familias. Quizás sea porque tienen un corazón más grande. Muchos piensan que vivir así es muy difícil y no les falta razón, pero también en esto se parecen a los que han formado una familia. Este tema es uno de aquellos en los que convendrá replantearnos la idea que tengamos, procurando una mayor objetividad sin empeñarnos en casar a todo el mundo.