No somos Dios

Autor: Padre Alejandro Cortés González-Báez  

 

 

Vivimos en un mundo que nos promete hacernos felices, guapos y fuertes a base de comerciar con sus productos, pero cada día resulta más evidente que sus ofertas son simples promesas de borracho.

Por otra parte la verdad de hoy no da el kilo, pues como está calibrada por el cómodo relativismo que rige tantas vidas, ahora resulta que hay kilogramos de 760 gramos, de 620 gramos, de 215 gramos y todos son aceptados como si fueran de 1000 gramos. ¡Absurdo! Es decir la verdad ya no se puede imponer pues ello supone, para el criterio de muchos, una grave injusticia en contra el ser humano. Por lo tanto la realidad se tiene que “adaptar” a los caprichos de cada uno.

La experiencia me demuestra que, cada vez que mi gran yo toma el control del universo todo comienza a desordenarse, especialmente porque en este mundo hay más de 6,500 millones de grandes yos.

No me gusta ser un pregonero del mal, pero estoy convencido de que mientras no tratemos de encontrar la verdad para adecuarnos a ella, nos seguirá yendo mal.

Conforme pasan los años nuestra impresión de la realidad cambia, pero no así nuestro deseo de someterla. Cuando somos pequeñitos pensamos que todo es nuestro, pues desconocemos los límites que nos impone la propiedad de los demás. Cuando llegamos a la adolescencia el mundo nos resulta altamente injusto por sus leyes, organizaciones, exigencias y autoridades que nos impone todo tipo de limitaciones coartando nuestra libertad. De jóvenes quisiéramos que los mayores nos cedan sus puestos laborales para que podamos dirigir el mundo con nuestras renovadoras ideas. Cuando llegamos a la Oscura Edad Media nos sentimos decepcionados pues el mundo no es capaz de reconocer nuestro trabajo y valía personal. Al llegar a la edad “de todavía las puedo” caemos en la depresión de saber que pronto seremos desplazados de nuestros puestos y que será muy difícil conseguir un puesto como el que tenemos y al que tanto nos costó llegar. Y cuando ya estamos pidiendo pista para aterrizar, nos sentimos decepcionados porque no valoran todo lo que hemos hecho y hemos aprendido en la vida.

Todos defienden su libertad pues cada quien desea hacer de su vida lo que se le antoja, sin embargo, son pocos quienes realmente saben lo qué están haciendo con ella, pues no han elaborado un programa; sólo tienen ilusiones, pero con puras fantasías no se construye nada real. Total, que nunca estamos satisfechos.

Pero cuidado, todos estos panoramas están pintados con los pinceles del egoísmo, ya que quienes han entendido que la vida está hecha para servir a los demás tienen una visión mucho más optimista y desconocen el fracaso, pues vivir para los demás los hace felices.

No somos Dios… esa es la verdad.