Las víctimas olvidadas

Autor: Padre Alejandro Cortés González-Báez  

 

 

Si todo uso de la violencia debe ser reprochado por la sociedad, mucho más cuando ésta se dirige a personas inocentes, es decir, a quienes se encuentran al margen de cualquier actividad delictiva.
La violencia ha estado presente a lo largo de la historia de la humanidad y desafortunadamente tenemos motivos para pensar que lo seguirá en el futuro. Sin embargo, éste no es motivo para consolarnos, ni mucho menos para justificarla. Que importante es que no lleguemos a acostumbrarnos a ella viéndola como algo “normal”.
Entre las innumerables víctimas inocentes de la delincuencia está Genoveva Rogers Lozoya, socorrista y radio operadora de la Cruz Roja de la Delegación de Culiacán. Joven estudiante que dedicaba parte de su tiempo libre para servir a la sociedad dentro de una institución que se ha dado a respetar y a querer en todo el mundo por su trabajo en pro de los necesitados bajo los principios de neutralidad, imparcialidad, unidad, humanismo, voluntariado, universalidad e independencia.
Genoveva no ha sido el único miembro de la Cruz Roja que pierde la vida en cumplimiento de su labor, ni la única persona de esta benemérita institución que ha sido amenazada por la delincuencia organizada, pues son varios los casos de su personal que han sido amedrentados en nuestro país por atender heridos.
Está claro que disparar un arma de fuego en estas circunstancias siempre será un acto cobarde e injustificado.
Personalmente considero que los diversos niveles de gobierno en nuestro país están obligados moralmente a reconocer a Genoveva como una heroína de la paz dentro del momento histórico que estamos viviendo.
Considero de elemental justicia que primeramente en Culiacán, como también en otros muchos lugares se levanten monumentos para honrar la memoria de alguien que murió haciendo el bien a la sociedad.
Mi propuesta tiene una doble justificación: La primera es darle honor a quien honor merece. La segunda es brindar a la sociedad la oportunidad de manifestar públicamente su repudio a la ola de violencia que tanto daño nos está haciendo por parte de los enemigos de México. Más aún, que no sólo se nombre a una calle perdida de alguna de las nuevas colonias periféricas, pues esto equivaldría a soslayar la importancia de la violencia en nuestro querido país.
Estoy absolutamente convencido de que si pudieran hablar, ni Cuauhtémoc, ni Hidalgo, ni Morelos, ni todos los insurgentes se sentirían ofendidos si le cambiaran el nombre a alguna de las principales avenidas para honrar a esta jovencita que trabajaba pacíficamente por un México mejor. Además sería un símbolo para recordar a todas las víctimas inocentes que pasan al olvido.
Por otra parte, estoy convencido de que Genoveva habrá recibido su justo premio en la bienaventuranza eterna por haber ejercido las obras de misericordia.