La Familia

Autor: Padre Alejandro Cortés González-Báez  

 

 

Copio unos textos de la carta pastoral del Cardenal Franz König, Arzobispo de Viena, del 23 febrero 1977, por su importancia y actualidad:

Debemos volver a darnos cuenta de la importancia de la Fe y de la familia. La Fe y la familia son las dos columnas sobre las que se apoya la vida del hombre. Es en la familia donde el hombre conoce el amor, que tiene sus raíces en Dios. Hay que revalorizar la familia porque en ella el amor encuentra su natural desarrollo.

El hombre aprende en la familia esa convivencia y respeto para los demás, que se hace tan necesario, hoy día, para que el mundo pueda seguir existiendo. Es en la familia donde el hombre aprende el dar y el compartir, la estima y la dignidad, el respeto y el cariño. El amor es incapaz de sobrevivir si no es alimentado en la familia. No podemos dejar que la familia se pudra y se corrompa; de lo contrario se extinguirá el amor en el mundo.

En la familia el hombre aprende a tener paciencia y a perdonar, a saber lo que es la verdadera autoridad y la confianza, a servir y a entregarse, a ayudar y a participar, a escuchar y a saber lo que es el sacrificio. La hermandad entre los hombres sólo es posible si se vive primero entre los hermanos y hermanas de una misma familia. La lealtad entre los hombres sólo será posible cuando vuelva a haber fidelidad entre los cónyuges. Sólo habrá una verdadera comprensión entre los hombres cuando los padres y los hijos se comprendan. La renuncia a las ansias de poder y de consumismo sólo es posible cuando el amor ordena y controla la desenfrenada ambición del hombre.

En la familia el hombre consigue liberarse de los tres pecados capitales de nuestro tiempo: del materialismo, del egoísmo y de la falta de Fe.

Desafortunadamente algunos han conseguido meter por la fuerza, en la mentalidad del hombre de nuestra civilización industrializada, la idea de que la felicidad se deriva del bienestar económico y de la libertad sin límites. En la familia, en cambio, el hombre se da cuenta de que el consumismo no lo es todo, y que el egoísmo hace del hombre un ser solitario. En el seno de una verdadera familia el hombre aprende a conocer un tú al que aprecia más que todos los tesoros del mundo.

En la familia el hombre sale de su propio egoísmo. La preocupación por los demás le produce una alegría mayor que la alegría por el bienestar propio. El yo se esfuma progresivamente delante del formidable nosotros. La alegría que los hijos deparan es mucho mayor que la que se deriva del beneficio propio. El que aprende dentro de la familia a amar de verdad no se considera a sí mismo como el ser más importante del universo. Porque ha encontrado a alguien por el que está dispuesto a entregarse, alguien que da sentido a su existencia, al que quiere servir con fidelidad y al que se une para toda la vida. Este hombre ha encontrado el camino que conduce a la humildad. Así es como el hombre puede curarse en sus mismas raíces del ateísmo, aunque aún no comprenda del todo lo que significa el nombre Dios.