Como colas de lagartijas

Autor: Padre Alejandro Cortés González-Báez  

 

 

En una vieja y divertida película protagonizada por Fernandel y Totó y que lleva por título “La ley es la ley”, en un día de fiesta, el presidente municipal toma la palabra para decir: “Queridos miembros del gabinete: Brindemos por la prosperidad de nuestra comunidad, que hoy, como ayer y en toda circunstancia, se siente digna de su glorioso pasado. Salud”. Esto me suena a Cantinflas.

Buena parte de la culpa de nuestros errores, y de muchas decisiones sin sentido, tienen origen en su punto de partida, pues frecuentemente se ubican en el nivel puramente sentimental. El sentimentalismo podemos definirlo como el proceso por el que las decisiones son tomadas a nivel de los afectos y, por lo tanto, no a nivel racional. Así, pues, no hacemos uso de la experiencia, ni de la ciencia adecuada regida por la prudencia para cada caso concreto, sino del clima ambiental; de la temperatura pasional; cuando no de una auténtica feria hormonal.

Un ejemplo claro de nuestro tema lo encontramos en la costumbre de llamar “necesario” a lo que en realidad es un simple antojo, y de ahí damos un salto en automático para caer en el desembolso. En definitiva: Capricho mata conveniencia. Pero el asunto viene de lejos, pues tal parece que la principal obligación de los papás es la de comprarle a sus hijos todo lo que ellos les exigen.

Hay individuos -hombres y mujeres de todas las edades- que parecen colas mutiladas de lagartijas; no dejan de moverse alocadamente todo el santo día ¿y todo para qué? Y con frecuencia nos suele dominar el ineludible sentido de la responsabilidad en el cumplimiento de compromisos tan serios como confirmar si los vecinos han tendido su ropa o han estacionado bien su automóvil.

Para empezar, una persona realmente inteligente y madura es aquella que sabe dar a cada cosa, asunto y circunstancias su verdadero valor, sin aumentarlo ni minimizarlo. Y ello requiere, una vez más, la virtud de la prudencia. Hemos de aprender a valorar realidades como la vida, la salud, el tiempo, el trabajo, el dinero, la amistad, la lealtad y tantas más para superar esos “slogans” que a veces rigen nuestras vidas.

Con frecuencia caemos en el error de desear que llegue el fin de semana para descansar, sin darle su verdadero valor al trabajo que podemos hacer cada día. Y lo mismo debemos hacer ante la posibilidad de servir a los demás en la convivencia diaria con la familia.

Por otra parte a veces no nos damos cuenta de lo que decimos. ¿Habrá, entonces, alguna diferencia sustancial entre nosotros y los loros parlanchines?

¡Cuánta importancia se descubre en este tema en esa labor educativa que tienen los padres de familia! Vale la pena pensarlo, pues de ello dependerá, en buena parte, la calidad de personas que formemos.