Trabajo en equipo

Autor: Padre Alejandro Cortés González-Báez  

 

 

Seis de la tarde. Automóvil descompuesto en avenida muy transitada. Varios carros se van formando detrás de él. La maniobra era clara: El auto averiado necesitaba echarse en reversa para poder salir de la circulación y así dejar de estorbar a los demás. No me cabe en la cabeza la actitud de un conductor que estaba detrás quien siguió avanzando a pesar de que la señal que le estaban haciendo no dejaba lugar a dudas: “Detente…, no avances…; necesito ese espacio…, no se te ocurra achicar el lugar para la maniobra que estamos realizando…, pisa el freno y quédate ahí donde estás por unos segundos…". Pero no. Simplemente esa persona no quiso entender y tenía un objetivo claro: ganarle el espacio al conductor de junto, y por poco provoca un accidente.
Para ser sincero, me dieron ganas de ahorcar al imprudente colgándolo del poste más cercano con un letrero que dijera: ¡Por necio! Pero… lástima, no está permitido colgar a le gente por ese motivo.
¿Por qué no sabemos jugar en equipo? Ésta es, sin duda, una de las graves deficiencias de nuestro esquema educativo. Solemos buscar y promover los éxitos individuales. Siempre estamos mencionando las buenas calificaciones de un hijo para ponerlo de ejemplo en cuanto a su capacidad intelectual, aunque sea un perfecto egoísta.
Sacar adelante una familia, o un país, requiere de la coordinación de ideas, labores y evaluaciones, pero no nos gusta que otros nos digan lo que debemos hacer. No señor. Somos lo suficientemente inteligentes para no necesitar ni consejos, ni dirección. Además, si nos sujetamos a la obediencia, los demás se aprovecharán para pisotear nuestra libertad lo cual puede producir, además, una caída en nuestra autoestima.
Somos alérgicos a las imposiciones de planes que no hayamos elaborado nosotros, por el simple hecho de que no son nuestros. Todo esto se acentúa cuando alguien ocupa un puesto de responsabilidad. El poder se sube a la cabeza de los que gobiernan y dejan de escuchar las razones de los otros. Si los planes de quienes ocupaban esos puestos antes que nosotros eran valiosos, estaban dando resultados y necesitaban de continuación para consolidarse, es lo de menos, lo importante es que los nuevos jefes marquen las nuevas tendencias para que se note que la labor es suya.
Dentro del ámbito laboral no es común oír hablar de humildad. A esta virtud se le relega al plano puramente espiritual y éste es un grave error, pues la humildad es la verdad –como dijo una señorona-. Es decir, una virtud que nos ayuda a “ubicarnos”, pues si sé quién soy, sabré cuál es mi lugar dentro de una organización y esto me capacita para trabajar en equipo.
Necesitamos comprender el valor de la solidaridad si queremos mejorar como país, y para ello tenemos que mejorar individualmente en las virtudes individuales.