Lo que me gustaría ser

Autor: Padre Alejandro Cortés González-Báez  

 

 

Titular un artículo así supongo que lo hace atractivo, pues todos queremos ser algo o alguien. Todos tenemos ilusiones de mejorar en lo económico, físico, social, intelectual, profesional, moral y en nuestra relación con Dios.

En estos días escuché una frase que me impresionó: Hemos de pasar de ser creyentes a ser creíbles. Como estaba un poco distraído no puedo citar al autor, pero me parece que en muy pocas palabras tenemos ante nosotros un auténtico proyecto de vida.

Soy de la idea de que nuestras crisis no son de valores, sino de virtudes. Todos solemos hablar de honradez, solidaridad, transparencia, trabajo, servicio a los demás, pero, a la hora de hacer vida de nuestras vidas estas virtudes solemos fallar.

Si nos fijamos en un tema concreto, como es el de la alegría, podemos descubrir que en gran parte depende de nosotros. Claro está que hay circunstancias en las que estar alegre no es posible, e incluso me atrevería a decir, que sería una auténtica manifestación de estupidez.

Quizás yo no tenga la posibilidad de llegar a ser rico, ni un gran científico, ni un prominente político, pero lo que sí puedo es esforzarme por ver el lado positivo que tiene todo lo que sucede en mi vida, pues el mal ontológico no existe. Siempre, pues, hay algo de bueno acompañando a lo malo. En estos asuntos es donde yo puedo ir haciendo que mi vida sea lo que quiero que sea y de paso puedo disfrutarla más.

Cada día puedo ser un poco mejor si, entre otras cosas, procuro no hablar de lo que no sé, y me intereso en saber lo que debo saber; si me esfuerzo por no criticar; si me intereso en hacer algo que ayude o agrade a otros.

Resulta significativo que en muchos velorios salgan a relucir un sinnúmero de detalles positivos, favores, virtudes y hasta actos de gran generosidad, por no decir heroicos, de las personas que acaban de morir. Esto no es más que una prueba de que en este mundo hay muchas cosas positivas en quienes se esfuerzan a diario en ser útiles.

El “marketing” y el mundo de la diversión a través de los medios electrónicos al que todos tenemos acceso, tienen la capacidad de empequeñecer nuestras vidas en la medida que permitimos que ocupen nuestros espacios externos e internos. Es decir, desde la sala de la casa y las habitaciones hasta nuestras inteligencias y nuestros corazones.

Hoy, niños y adultos podemos llenar nuestros espacios vitales de entretenimiento vaciando nuestra capacidad de amar y, esto es lo peor que nos puede pasar.

No todo amor es verdadero amor. Los estudiosos hablan de diversos tipos o niveles: Desde el amor egoísta por el que se busca el propio placer, el de benevolencia para hacer el bien al otro, hasta el amor en el que se procura el bien de alguien que ha perdido toda posibilidad de corresponder, como sería el caso de un enfermo de Alzheimer.

¿Sabremos amar?