El circo del hogar

Autor: Padre Alejandro Cortés González-Báez   

 

El ritmo de vida en el que estamos metidos hace que muchos hogares parezcan circos de tres pistas. Resulta evidente que sacar adelante una familia hoy en día no es nada fácil, pero quizás la mayoría de las veces nosotros somos los principales culpables de los desórdenes caseros y, como consecuencia, de los graves desórdenes sociales.
La experiencia nos demuestra que la educación en la familia está construida a base de improvisación. Es cierto que hay una enorme diferencia entre una empresa y el hogar, pero pretender educar sin tener un objetivo claro, sin metas a largo, mediano y corto plazo y sin medios de evaluación, ha de producir necesariamente las graves deficiencias que estamos resintiendo.
Cada día es mayor el número de profesores que se quejan de la falta de respeto de sus alumnos, al igual que las deficiencias en otros hábitos como el desorden y el lenguaje vulgar. Por otra parte, el aumento en el número de divorcios resulta alarmante.
Todo esto tiene que ver con el error de muchos padres y madres al suponer que están educando a sus hijos cuando les dicen que no griten, que guarden sus cosas, que se suban al carro, que no se peleen con sus hermanos, que hagan sus tereas y muchas cosas más, pero con frecuencia todo ello se queda en un simple ejercicio de amaestramiento parecido a lo que los domadores hacen con los animales en los circos.
Educar es mucho más que eso. Formar auténticos seres humanos requiere enseñar a pensar, valorando los motivos de sus decisiones, al tiempo que se les ayuda a fortalecer la voluntad para poder hacer frente a los obstáculos de la vida.
Soy de la idea de que el objetivo en la educación de los hijos ha de ser formar buenos esposos y buenos padres y madres de familia con todas las virtudes que esto requiere.
Una de las materias a enseñar ha de ser la del amor, pero un amor entendido como la disposición constante de ayudar a los demás, es decir, no como una simple pasión, sino como un ejercicio constante en el hacerles la vida agradable a los demás, empezando por sus padres y hermanos, o sea, con quienes conviven a diario, pues de lo contrario no se puede entender el matrimonio como una vocación de servicio.
La pedagogía es una ciencia que requiere ser estudiada, por eso los progenitores han de sentir la necesidad de prepararse en ella pues no basta con proveer a las necesidades materiales de la familia.
Por otra parte, no debemos olvidar el valor que tiene el ejemplo de los mayores, pues sólo con la autoridad que da la coherencia de vida se puede convencer de que los valores son dignos de esfuerzo.
Sólo formando mejores hombres y mujeres desde los primeros pasos podemos esperar que el futuro de la humanidad sea más positivo.
No hay mejor negocio que ayudar a que cada ser humano sea digno de tan noble título.