Las clases sociales

Autor: Padre Alejandro Cortés González-Báez   

 

A lo largo de la historia de la humanidad se pueden encontrar innumerables ejemplos de las diferencias entre las diversas clases sociales. De hecho, este fenómeno es considerado por muchos como algo implícito en la naturaleza del hombre. ¡Cuidado!
Estas formas de organizar la sociedad suelen tener implicaciones en todos los aspectos de la vida de muchas culturas, con consecuencias en lo familiar, económico, político, educativo, profesional, deportivo, comercial, religioso, militar…
Si se repartieran todo el dinero y los medios de producción del mundo en partes iguales entre todos sus pobladores, antes de pasar seis meses volveríamos a ver ricos y pobres; pues, siendo distintos en inteligencia, habilidades, cultura y hábitos, unos harían fructificar sus bienes mientras otros los enajenarían malgastándolos hasta volver a la miseria.
Es cierto que la igualdad absoluta no se puede conseguir, pues no hay dos personas iguales en el mundo. Y, sin embargo, todos tenemos la misma dignidad en cuanto a nuestra naturaleza humana. ¡Oh paradoja! He aquí uno de los temas más controversiales, provocador de derramamiento de sangre en los cinco continentes.
No existe una filosofía que supere la concepción que nos presenta la Biblia sobre el ser humano: hecho ¡a imagen y semejanza de Dios! ¡Cuán lejos estamos de reconocer y respetar a “todos” de acuerdo con esta calificación tan clara como olvidada! Esta idea habría de convertirse en nuestro ideal básico, pues sólo por este camino conseguiremos acabar con los flagelos que padecemos y conseguir la paz tan deseada.
Es de llamar la atención que en nuestra época, cuando estamos dando tanta importancia a los temas de la Ecología, y cuando a diario se escuchan los clamores de los defensores de los animales, estemos descuidando criminalmente los asuntos de doctrina social. Jamás dejarán de existir las clases sociales, pero es deber de todos que las diferencias entre éstas no sean tan contrastantes.
A muchos les molesta que haya gente que les toque el vidrio de su automóvil pidiendo limosna o vendiéndoles chicles, al mismo tiempo que no hacen -ni han hecho- nada para promover un orden social justo donde todos tengamos oportunidades para crecer en lo cultural, en lo laboral, en lo económico y, por lo mismo, en lo social. Y esto tiene mucha relación con los sueldos justos.
Es un grave error pensar que los ricos son los malos y los pobres son los buenos, por tener o carecer de dinero. La calificación moral de nuestros actos y, por lo mismo de nuestro ser, tiene mucho que ver con nuestras ideas, comportamientos y hábitos (virtudes y vicios) y todo ello en su relación con el uso de la libertad personal. Y es aquí, no nos engañemos, donde debemos comenzar a cambiar el mundo. Lo demás pertenece al mundo de la fantasía… es Disneylandia.
Y como decía Confucio: "Donde hay buena educación no hay distinción de clases".