¿Conoce Usted su carácter?

Autor: Padre Alejandro Cortés González-Báez   

 

Cuentan de una chaparrita que tenía muy mal humor, y a la cual sus hermanos la llamaban: “Su alteza serenísima”. A otro, que también era famoso por su mal carácter, lo conocían como “La lámpara de Aladino”, pues nada más tocarlo, le salía el genio.
Resulta curioso que, a pesar de lo importante que es el dominio propio, la mayoría de las personas se conforman con un conocimiento muy superficial de sí mismas, con todos los peligros que esto supone. De tal manera que se dan por satisfechos al reconocer que son enojones, “de mecha corta”. Pero no quieren saber más del asunto, como si estas faltas de carácter fueran irremediables.
Con frecuencia oímos decir que algunas personas tienen un carácter muy fuerte, pero esto es un error. Lo correcto sería afirmar que estas personas tienen un carácter muy débil, pues no son capaces de controlar sus sentimientos. Lo que le falta es carácter, o sea voluntad; dominio de sí mismo.
Fijémonos en otros ejemplos, como el de aquellas personas a quienes les corre atole por las venas; tienen carácter de malvavisco; temperamento gelatinoso; espíritu de yogurt; son bonachones, cobardes, flojos... en fin, el típico bueno para nada.
Otros, en cambio, se caracterizan por tener carácter de bruja con agruras; de humor cáustico y destructivo; con reacciones encolerizadas; tendencia veloz hacia la crítica irónica y demoledora; bruscos, engreídos quienes tienen una excelente puntería para herir con sus modales, gestos y palabras.
Todo lo anterior puede combinarse en diversas medidas con los ideales que cada quien pueda tener, y para no perder la costumbre, también de esto cito tres ejemplos: Los soñadores ingenuos que piensan cambiar el mundo con su música u otras manifestaciones más o menos violentas de protesta. Los cobardes que desearían que el mundo cambie sin esforzarse ellos en combatir sus defectos, y los mediocres a quienes no les interesa cambiar nada.
Uno de los casos que no suele faltar en toda familia y negocio es el de los perfeccionistas, organizados, previsores, intolerantes y controladores; todo lo cual puede ir acompañado por una susceptibilidad comparable a los más finos detectores de radiactividad. ¡Qué pesado resulta vivir con ellos!
Si en verdad deseamos ser mejores nos será de mucha utilidad conocer nuestro temperamento para trabajar en él, aprovechando todas las ventajas naturales que tenga, y luchando contra sus aspectos negativos, lo cual podrá ser de gran utilidad para el conocimiento y educación de los hijos.
En su libro “Cómo conocer y sacar provecho del propio temperamento” Eliecer Salesman comenta que no hay un temperamento mejor que otros, pues todos tienen sus ventajas y sus desventajas. No se trata, pues, de cambiar nuestro carácter, sino de sacar lo mejor de él combatiendo sus deficiencias. ¡Ánimo! Vale la pena.