Muera la democracia

Autor: Padre Alejandro Cortés González-Báez

 

 

Ahora sí, que traigan leña verde para quemarme vivo. ¡Habrase visto tal insolencia!, sólo a mí se me puede ocurrir una herejía de semejante tamaño, y cuando estamos en pleno 2005 y con tanta efervescencia para las próximas elecciones. Esto no tiene perdón de Dios, ni de los hombres, ni de los animales, ni de los vegetales, ni de los minerales, ni de los tales por cuales... 

A estas alturas casi todo el mundo hace votos para que los sistemas democráticos rijan los destinos de todos los pueblos, de forma que puedan vivir en libertad y alcancen el bien común como debe ser. Todos recordaremos, sin duda, cómo en 1994 el mundo entero se unía a los festejos de Francia que celebró, con todo lujo, los doscientos años de su revolución que sentaría, supuestamente, las bases para el mejor sistema de gobierno a nivel mundial: el democrático.

En estas líneas quisiera hacer notar cómo hay temas muy rumiados que se consideran intocables, pero que en mi humilde opinión, pueden no estar del todo claros; y uno de ellos es el valor de la democracia como si fuera un sistema mágico de gobierno. Para citar un caso entre otros, y que no se refiere a nuestro país ni a nuestra época, podría citar el de Adolfo Hitler quien fuera elegido por medio de una limpia votación democrática, y que llevó no solo a su país, sino al mundo entero, al cataclismo de la segunda guerra mundial.

Mucha gente piensa que el voto de la mayoría deberá conseguir, de forma casi automática, el tan anhelado bien común, lo cual es una simple quimera dado que, incluso en elecciones limpias, el elegido podría ser un bribón. Si no queda claro, fijémonos en lo que la experiencia nos presenta, en muchos y tristes casos, de quienes a pesar de vivir un noviazgo, es decir, un largo periodo de trato muy personal, llegan a preguntarse: ¿Cómo fui capaz de casarme con esta persona? Siendo así que el conocimiento que solemos tener los ciudadanos de nuestros candidatos es muy superficial, y siempre maquillado.

La conclusión es elemental: quien haga cabeza en el poder ejecutivo a cualquier nivel es, y seguirá siendo, un ser humano con capacidad de realizar obras buenas y malas; de acertar y de equivocarse; de ser honrado o pillo. Por otra parte, no gobernará sólo ni podrá, ni deberá, seguir de cerca los trabajos de todos y cada uno de sus colaboradores en todos los estratos.

Si lo anterior no fuera bastante, a quienes gobiernen, seguiremos siendo, también, simples seres humanos con todos nuestros defectos. Por lo tanto, ningún gobernante podrá conseguir erradicar todos problemas de nuestras sociedades, aunque indudablemente deberán intentarlo según lo han prometido.

En definitiva, todo ello requiere una cultura política mucho más extensa y profunda en los ciudadanos, de manera tal que se dé seguimiento a las gestiones de los servidores públicos para poder exigir y no simplemente criticar, su administración y honradez. Dicha cultura política requiere esfuerzos y muchos años, pero estamos a tiempo para convertirnos realmente en un pueblo que ejerza una actividad política de altura sin acostumbrarnos a esa politiquería barata que a veces aparece por ahí. Crear conciencia y ejercer derechos y obligaciones es algo que nos corresponde a todos.