Nuestro actual estilo de vida
Autor: Padre Alejandro Cortés González-Báez
Acabo de ver un video en el que un pasajero del avión que
acuatizó en el río Hudson el 15 de enero del 2009, relata lo que pasó por su
cabeza durante los tres minutos que duró aquel emocionante vuelo. Ric Elías,
sentado en el asiento 1-D del Airbus A-320 de US Airways, expone con realismo,
pero muy brevemente, lo sucedido, y cómo aquel accidente cambió su forma de
pensar y de vivir. Recuerda que el piloto alertó a los pasajeros diciendo:
“Prepárense para el impacto”.
Lo primero que pensó es que la vida puede
cambiar en un instante, y aquella lista de pendientes que todos tenemos, al
igual que las experiencias que deseamos experimentar quedarán sin realizarse.
Por lo cual, ahora sigue este criterio: “Si tengo un vino y estoy con la persona
adecuada, abriré la botella. Ya no quiero aplazar nada. Y esa idea -concluye-
cambió mi vida”.
No cabe duda, la forma en que aceptamos nuestra realidad y
decidimos afrontarla es lo más importante en nuestra forma de vivir. Dentro de
su breve conferencia pienso que lo más importante es la frase: “… y lamento el
tiempo que desperdicié en cosas que no importaban con personas que sí importan”.
Cuántas veces las mujeres reprenden a sus maridos con la consabida: ¡Bonitas
horas de llegar! En vez de recibirlo con un ¡Qué bueno que llegaste, te esperaba
con ilusión! El esposo, por su parte, puede llegar a su casa a ver su merecido
programa de televisión, pues se mató durante ocho, diez o doce horas de trabajo
para que todavía le salgan con que tiene que recoger a sus hijos que están en
casa de sus amigos, o tener que ir a la reunión de padres de familia para
recoger las calificaciones o… Tener que escuchar las quejas de su esposa por
tonterías que no tienen la menor importancia ¡Cuidado! Las horas más importantes
del día son las que se dedican a convivir con la familia, y de forma muy
especial, las que se le dedican a la mujer.
Otro de tantos peligros que nos
acechan en nuestra actual forma de vida es la propaganda de la diosa libertad.
Cuando una persona se “compromete” consciente y libremente, está usando su
libertad, no la pierde, pero sí la circunscribe a los límites de su decisión.
Por lo mismo ya no está en condiciones de hacer todo lo que le pase por la
cabeza y se le antoje. Un casado no debe plantearse el “querer ser libre” cuando
se enfrenta a las responsabilidades familiares, pues con ello estaría
traicionando a su mujer, a sus hijos, a la sociedad y al mismo compromiso que
adquirió cuando se casó. A eso se le llama cobardía y no tener palabra.
En
otro momento el pasajero del asiento D-1 dice en su conferencia: “Decidí
eliminar de mi vida todo lo negativo y, aunque no todo es perfecto, sí es mucho
mejor. En los dos últimos años no he tenido una sola pelea con mi esposa. Ella
se siente de maravilla y yo ya no trato de tener la razón. Elegí ser feliz”.