Cuidado con la política

Autor: Padre Alejandro Cortés González-Báez   

 

Desafortunadamente la política suele ser entendida, no como una búsqueda civilizada del bien común, donde se ejercita la capacidad de dialogar: escuchando, proponiendo y acordando, sino como un nefasto medio de división entre quienes tienen criterios distintos.
Cuando leemos y escuchamos los testimonios de quienes han participado tanto en conflictos internacionales como en guerras civiles, podemos descubrir que los partidarios de los diversos bandos se consideran a sí mismos como “los demócratas” y, por lo tanto, a sus enemigos como “los antidemocráticos”.
Aquí cabe una salvedad de no pequeña importancia: La democracia, por sí misma, no asegura un desempeño honrado, certero y limpio de la gestión pública, aunque sí la puede facilitar. Muchos suelen idealizar a ésta, considerándola como el fin a conseguir, y no como un medio para trabajar en favor del bien común. La “diosa democracia” puede estar vacía de contenido real y ser una simple ilusión fantástica.
Cuando se cae en la desacreditación grosera y agresiva, donde se echa mano de la calumnia como un medio propagandístico de un partido en contra de sus adversarios, no estamos ante el ejercicio de una política respetable, sino ante una política pirata y corriente.
Tristemente vemos que estas sucias prácticas son frecuentes en todos los partidos, y tal parece que sus productores no se dan cuenta de que, al fin y al cabo, hacen un grave daño a grandes partes de la población que, por su falta de madurez y criterio social, toman partido con ánimo combativo.
Demagógicamente escuchamos que los pueblos no se equivocan; que las masas no pueden vivir en el error de forma permanente, pero todos sabemos que esto no es verdad. Ojalá se promoviera una educación integral donde el civismo fuera promovido como una forma real de preocupación por la sociedad y, por lo mismo, donde aceptáramos que quienes no piensan como nosotros no son nuestros enemigos, sino simplemente nuestros vecinos.
En el ejercicio de la política hay que estar dispuestos a ceder en muchos puntos que no son esencialmente nocivos y que, por lo mismo, pueden ser manejados de formas diversas. La unidad y la capacidad de diálogo nos fortalecen. Mientras más enconadas sean las divisiones sociales por un encerramiento ideológico, mayor será la debilidad de nuestros pueblos.
No existe, ni podrá existir jamás, un gobierno perfecto. Tenemos que aprender a entendernos, a trabajar juntos, con sincero afán de colaboración respetuosa. Aquí estriba nuestra verdadera fuerza. La historia ha demostrado muchas veces que cuando un partido vence a quienes considera sus enemigos, suele perder el pueblo entero.
Un sobreviviente de la destrucción de Guernica afirma: “Fue una buena lección, que después se tuvo muy en cuenta: Que la guerra sólo sirve para traer dolor y sangre”. Aprendamos la lección ahora que estamos a tiempo.