Dos posturas ante la vida

Autor: Padre Alejandro Cortés González-Báez   

 

En mi artículo de hace pocos días titulado: “La cultura de la tristeza”, describía algunos síntomas del deterioro en nuestra cultura posmoderna y terminaba afirmando: Tenemos muchos años buscando remedios para superar nuestra infelicidad, pero la falta de Dios no se resuelve con Prozac.
El único remedio verdadero está en la posibilidad de conocer a un Dios que es Padre y nos ama tanto, que nos envió a su Hijo para que podamos ser felices por siempre. He aquí uno de los grandes secretos de la felicidad que nos propone el cristianismo: la humildad como virtud para valorarnos con objetividad.
Feliz Navidad es mucho más que una frase bonita… es, en definitiva, lo que le da el verdadero sentido a nuestras vidas.
Ante tales afirmaciones, un lector escribió el siguiente comentario: “Qué manera de destrozar una gran primera parte de texto con una desafortunada segunda parte. En fin, prometía mucho hasta que llegó el antepenúltimo párrafo, lamentable”.
He de reconocer que en esta crítica su autor demostró una gran capacidad de síntesis. Se nota que es una persona clara y directa y, además, sabe disentir sin ofender a quien piensa de forma distinta a la suya. Así da gusto confrontar ideas. Creo que es un ejemplo a seguir para muchos de nosotros.
Me atrevo a pensar que estamos presenciando las dos principales posturas ante la vida: La de quienes tenemos fe en la existencia de un Dios que se relaciona con los seres humanos, y la de quienes, o niegan la existencia de Dios, o de quienes, aun aceptando que exista un Creador, niegan que podamos relacionarnos con él.
El asunto no es de poca importancia, pues no plantea una partida de ajedrez entre dos jugadores que se someten ante las mismas reglas, sino la de dos jugadores, uno de los cuales es ajedrecista y el otro juega a las damas chinas; los dos sobre el mismo tablero.
Más aún, las posturas del ateo y del agnóstico son comparables a la de un barco que tiene ante sí un fin abrupto porque se le acaba el mar, como lo imaginaban en la antigüedad cuando muchos pensaban que la Tierra era plana. Una vida que termina sin algo después de ella no considero que valga la pena.
Por otra parte, en una nota de “La Jornada” fechada el 3 de enero del 2013 dice: La académica Emilia Lucio, de la Facultad de Sicología de la Universidad Nacional Autónoma de México, indicó ayer que el suicidio se ubica actualmente como la tercera causa de muerte entre los jóvenes, sólo por detrás de los accidentes automovilísticos y el cáncer.
Y continúa afirmando: Durante las tres décadas pasadas y como componente ineludible del modelo político-económico que impera, la convivencia social y la solidaridad han sido suplantadas por una lógica tecnocrática, individualista y eficientista, que preconiza la supervivencia del fuerte y la aniquilación del débil, y que postula la eliminación de todo aquello que pueda obstaculizar la búsqueda y maximización de ganancias inmediatas, incluyendo los principios morales, el espíritu cívico y la dignidad humana.
Como es evidente, nuestros errores están provocando terribles consecuencias.