¿Amargado o deprimido?
Hoy me preguntó una doctora si soy alérgico a alguna medicina. Le respondí que
no. Que a lo único que soy alérgico es a los tontos…, me sacan ronchas, le dije.
Ella me añadió que le pasa lo mismo con los tontos y los aburridos.
No cabe
duda que vivir con una persona amargada ha de ser uno de los asuntos más
difíciles de la vida. No entiendo cómo un ser humano se puede enamorar de
alguien así. Para comprometerse en matrimonio es necesario tener un cierto grado
de madurez y ello exige, también, saber reír de tantas cosas divertidas
incluyendo nuestras propias tonterías.
No tener la capacidad de sonreír es
una deficiencia mayor comparable a la de la pólvora mojada. Si bien es cierto
que hay que tomarse la vida en serio, dándole a cada asunto su valor y
cumpliendo con seriedad nuestras obligaciones, no debemos perder de vista que,
por lo mismo, hemos de sabernos responsables de hacerles la vida agradable a los
demás.
Los amargados, entre otros motivos, pueden sufrir esta deficiencia al
no haber recibido cariño durante los primeros años de vida: Nadie les enseñó a
amar. En otros casos puede haber una influencia seria de egocentrismo y
frustración vital, pues simplemente están inconformes con una vida injusta que
no les ha dado lo que ellos creen merecerse.
Por otro lado, cada día se sabe
un poco más sobre los trastornos depresivos. Aquí estamos en un ámbito distinto,
ya que dichas patologías pueden tener causas químicas, psicológicas, de stress,
espirituales, de violencia familiar durante la infancia, endógenas,
hereditarias, por presiones sociales y laborales…, que rompen el equilibrio
emocional y no dependan propiamente de la voluntad de quien las padece. Por otra
parte, algunas no son fáciles de diagnosticar y mucho menos de remediar.
Quienes conviven con personas que sufren de depresiones o personas con
bipolaridad no siempre entienden estos principios y pueden confundir estas
enfermedades con los vicios de la comodidad y el egoísmo, haciéndoles amargos
reclamos a los enfermos, lo cual raya en la injusticia.
Todos los seres
humanos somos complicados. Claro está que en este grupo multiforme de enfermos
también encontramos una cierta porción de egoísmo, ya que todos tendemos a ser
egoístas, y el peligro estriba en que quienes se atreven a juzgarlos suponen que
la depresión es una actitud de comodidad, de cobardía ante la vida, por
debilidad de carácter, o sea que son culpables, y el remedio está en un cambio
voluntario de actitud.
Un buen diagnóstico médico, un tratamiento seguido
con obediencia y perseverancia a los consejos del especialista; un sano y
humilde desprendimiento de asuntos como la fama; el poder; la situación
socioeconómica, la imagen ante los demás; una vida espiritual equilibrada,
aceptando la ayuda de un Dios que nos quiere como hijos y el prudente y firme
apoyo de la familia ayudan a mejorar la situación de quienes sufren estos
padecimientos.
No olvidemos que, según dicen los especialistas, todos somos
susceptibles de caer en depresión; pero según nos demuestra la experiencia,
todos somos susceptibles de caer en la amargura del egoísmo.