La pregunta por el sentido de la vida
Viktor E. Frankl, uno de los psiquiatras más reconocidos de nuestra época
creador de la Logoterapia, quien estuviera prisionero en Auschwitz, por ser
judío, nos dejó una cuantiosa colección de libros entre los que destaca “El
hombre en busca de sentido” donde relata los horrores que padeció con miles de
hombres y mujeres haciendo reflexiones tan valiosas para ellos como para
nosotros. Hoy copio unos textos tomados de esta obra para ayudarnos a pensar un
poco… pues pensar en serio siempre es provechoso.
Lo que de verdad
necesitamos es un cambio radical en nuestra actitud hacia la vida. Tenemos que
aprender por nosotros mismos y después, enseñar a los desesperados que en
realidad no importa que no esperemos nada de la vida, sino si la vida espera
algo de nosotros. Tenemos que dejar de hacernos preguntas sobre el significado
de la vida y, en vez de ello, pensar en nosotros como en seres a quienes la vida
les pregunta continua e incesantemente. Nuestra respuesta tiene que estar hecha
no de palabras ni tampoco de reflexiones, sino de una conducta y una actuación
rectas. En última instancia, vivir significa asumir la responsabilidad de
encontrar la respuesta correcta a los problemas que ello plantea y cumplir las
tareas que la vida asigna continuamente a cada individuo.
Dichas tareas y,
consecuentemente, el significado de la vida, difieren de un hombre a otro, de un
momento a otro, de modo que resulta completamente imposible definir el
significado de la vida en términos generales. Nunca se podrá dar respuesta a las
preguntas relativas al sentido de la vida con argumentos fingidos. "Vida" no
significa algo vago, sino algo muy real y concreto, que configura el destino de
cada hombre, distinto y único en cada caso. Ningún hombre ni ningún destino
pueden compararse a otro hombre o a otro destino. Ninguna situación se repite y
cada una exige una respuesta distinta; unas veces la situación en que un hombre
se encuentra puede exigirle que emprenda algún tipo de acción; otras, puede
resultar más ventajoso aprovecharla para meditar y sacar las consecuencias
pertinentes.
Cuando un hombre descubre que su destino es sufrir, ha de
aceptar dicho sufrimiento, pues ésa es su sola y única tarea. Ha de reconocer el
hecho de que, incluso sufriendo, él es único y está solo en el universo. Nadie
puede redimirle de su sufrimiento ni sufrir en su lugar. Su única oportunidad
reside en la actitud que adopte al soportar su carga.
En cuanto a nosotros,
como prisioneros, tales pensamientos no eran especulaciones muy alejadas de la
realidad, eran los únicos pensamientos capaces de ayudarnos, de liberarnos de la
desesperación, aun cuando no se vislumbrara ninguna oportunidad de salir con
vida. Ya hacía tiempo que habíamos pasado por la etapa de pedir a la vida un
sentido, tal como el de alcanzar alguna meta mediante la creación activa de algo
valioso. Para nosotros el significado de la vida abarcaba círculos más amplios,
como son los de la vida y la muerte y por este sentido es por el que luchábamos.