Los marginados

Autor: Padre Alejandro Cortés González-Báez   

 

En todo el mundo hay marginados, y los seguirá habiendo en la medida que sigamos marginando a quienes nos parece que no son dignos de estar junto a nosotros.
Me llamó positivamente la atención descubrir a Luis Guitarra y escuchar una forma de vida –de vida real; vivida– de un joven que propone en sus canciones la búsqueda y el acompañamiento a los marginados. Todo ello con un espíritu positivo, donde caben “todos”.
En YouTube se encuentra un video de este autor titulado: “Desaprender la guerra” en el cual presenta una filosofía optimista, muy lejana a lo que la experiencia diaria nos propone en todas partes.
Pasando a otra famosa canción: “Sólo le pido a Dios”, coincido con la letra cuando dice: “que la guerra no me sea indiferente”. La indiferencia de muchos de nosotros ante la violencia crea un ambiente propicio, abonado, para que estas realidades negativas sigan su camino destructor. La guerra habrá que combatirla trabajando activamente con acciones de paz desde la familia, en la escuela, en el trabajo, en la vecindad y en el tráfico diario.
El Papa Francisco, en los Oficios del Viernes Santo lavó los pies a doce jóvenes presos en una cárcel romana y les decía: ¿Qué significa ésto? Que tenemos que ayudarnos unos a otros. A veces –ponía como ejemplo – me enfado con uno o con otra…”. “Déjalo pasar –les proponía– y si te pide un favor, hácelo”. Y durante el Via Cricis en el Coliseo Romano dijo: “A veces nos parece que Dios no responde al mal. Que permanece en silencio. En realidad Dios ya ha hablado… ha respondido, y su respuesta es la Cruz de Cristo: Una palabra que es amor, misericordia… perdón”.
Hay una caricatura donde dos hombres de la edad de piedra tienen este diálogo:
-Soy dueño de aquella tierra entre el río y el mar.
-Te odio.
-¿Me odias porque esa tierra es mía?
-Te odio porque tú eres tú.
-¡Dejarías de odiarme si te regalo aquellos campos verdes?
-Ni por eso.
-¿Por qué no?
-Quiero el volcán que es donde está toda la energía.
-¡Pero ese es mi hogar! Bueno, si te diera ese volcán, ¿dejarías de odiarme?
-Sí. Firmaré un documento donde me comprometa.
-¿Tú harías tal cosa?
-Sí. Cuando se aprende a odiar tan bien como yo, mentir es muy fácil.
Está claro que la chispa que suele prender nuestros enojos suele ser la soberbia que, acompañada de la envidia, ataca a aquellos que nos resultan insoportables. Lo curioso es que no es necesario ser malas personas para dejarnos arrastrar por estas lacras. Somos “los buenos” (así nos consideramos) quienes agredimos a diario con el pensamiento, las palabras, el silencio y las obras) a quienes merecen ser castigados por hacer, o decir, lo que no nos gustó.
No podemos exigir que el mundo sea mejor mientras no nos esforcemos por combatir nuestros defectos personales cada día. Claro que cuesta… pero vale la pena.