Quiéranme, por favor.

Autor: Padre Alejandro Cortés González-Báez   

 

Quizás recuerden una canción cuyo título en Inglés es: "I just called to say: I love you" (Sólo llamé para decirte que te amo) Me gustó desde la primera vez que la oí. Y no sólo por su música, sino, por todo lo que dicha idea arrastra detrás de sí. Este, es un claro ejemplo de las boberías que hace un enamorado. O sea, uno de esos actos humanos que no obedecen ni a las Matemáticas, ni a la Física, ni a la Química, ni a ninguna de esas leyes pre-establecidas por la Naturaleza; o las leyes creadas por el hombre, en su propósito de reglamentar el orden social.

El sólo hecho de llamar por teléfono al ser amado para confirmarle que se le quiere; así como llevarle una flor; o una serenata; depende por completo del ejercicio de la libertad. Y esto tiene relación directa con lo que el Papa Pío XII dijo: "No hay hombres malos. Hay hombres a los que les falta amor... y todos necesitamos más amor del que merecemos".

Todos los días somos testigos de verdaderas manifestaciones del amor silencioso, que se tienen padres e hijos; esposos; hermanos; novios... aunque la mayoría de estos actos no vayan acompañados de las palabras: "te quiero". En definitiva, todos llevamos en el corazón un amor a alguien o a algo. El peligro de este asunto radica en el hecho de que frecuentemente solemos amarnos a nosotros mismos de forma desmedida.

Ahora bien, nadie puede exigir que se le quiera por parentesco, o por “manu militari” es decir por la fuerza. El cariño se gana, dándolo. Y además, sólo el que vive para servir sirve para vivir, o como decía San Josemaría Escrivá: “Para servir... servir”.

Como es lógico, nos resulta molesto soportar el trato con los egoístas; dado que éstos constantemente buscan convertirse en el centro de atracción y turismo de los demás. De esta forma, lo que consiguen es quedarse cada día más solos, y siempre sintiéndose incomprendidos. Pero lo peor de esto, es que todos somos egoístas.

Cuando alguien no consigue ser aceptado cariñosamente en su ambiente familiar, social..., corre peligro de caer en las malas compañías; en el alcohol; en las drogas; en depresiones y, por lo mismo, en el autoaislamiento más drástico; en el abandono de sus responsabilidades y compromisos. Esto no sólo les sucede a los egocéntricos, sino muchas veces a las víctimas del egoísmo de los padres; del egoísmo generalizado en una familia; o del que se da en cualquier grupo social. (Estoy plenamente convencido de que hay egoísmos colectivos).

En su encantadora, y a la vez dramática obra, "El hombre en busca de sentido", Victor Frankl nos transmite unas palabras escuchadas por él, a un prisionero en un campo de exterminio nazi durante la segunda guerra mundial, quien contemplando la belleza inigualable de un atardecer, comentaba a un compañero: "¡Qué hermoso podría ser el mundo!".

Termino con aquella sabia frase de San Juan de la Cruz: "Pon amor donde no hay amor y sacarás amor".