Francisco: Sencillito…, sencillito

Autor: Padre Alejandro Cortés González-Báez   

 

En uno de tantos lugares de los medios en estos días leí que “una mexicana que fruta vendía…” dijo que el Papa, a pesar de ser argentino, es sencillito, sencillito. Qué buena definición. Esta muchacha tiene esa gran cualidad de la síntesis que permite definir a una persona con dos trazos. Más aún, ella supo hacerlo con uno solo -repitiéndolo- pero un solo trazo.

Cuánta tinta se ha estado usando en estos cinco meses en los que la Iglesia Católica se ha convertido, una vez, más en el foco de la noticia, pero ahora no de escándalos y corrupción, sino de guía para una humanidad que está reclamando líderes verdaderos, coherentes, que marquen el rumbo para miles de millones de personas que andan como ovejas sin pastor. Y es que la libertad no se basta a sí misma…, necesita un Norte.

Qué gran ajedrecista es Dios. Con jugadas muy pensadas ha movido pacientemente sus piezas: Pío XII, Juan XXIII, Pablo VI, Juan Pablo I, Juan Pablo II, Benedicto XVI, Francisco… Va llevando su juego transformando la figura del papado en una realidad que propone una visión idealista, pero real; sobrenatural y humana, muy optimista y cercana, que se adapta a cada momento histórico. El objetivo es facilitar la salvación eterna a todos. Se ve claro que anda buscando un jaque mate de lujo.

Buen momento para fijarnos en algunas palabras del papa Francisco en su reciente visita a Brasil.

“Un proceso que hace crecer la humanización integral y la cultura del encuentro y de la relación; ésta es la manera cristiana de promover el bien común, la alegría de vivir. Y aquí convergen la fe y la razón, la dimensión religiosa con los diferentes aspectos de la cultura humana: el arte, la ciencia, el trabajo, la literatura... El cristianismo combina trascendencia y encarnación; por la capacidad de revitalizar siempre el pensamiento y la vida ante la amenaza de frustración y desencanto que pueden invadir el corazón y propagarse por las calles.

“Un segundo punto al que quisiera referirme es la responsabilidad social. Esta requiere un cierto tipo de paradigma cultural y, en consecuencia, de la política. Somos responsables de la formación de las nuevas generaciones, ayudarlas a ser capaces en la economía y la política, y firmes en los valores éticos. El futuro exige hoy la tarea de rehabilitar la política, rehabilitar la política, que es una de las formas más altas de la caridad. El futuro nos exige también una visión humanista de la economía y una política que logre cada vez más y mejor la participación de las personas, evite el elitismo y erradique la pobreza. Que a nadie le falte lo necesario y que se asegure a todos, dignidad, fraternidad y solidaridad: éste es el camino propuesto… Los gritos que piden justicia continúan todavía hoy”.

Esta llamada de atención es para todos, pues todos estamos comprometidos en la tarea de hacer que nuestro presente sea mejor. No basta oír, es necesario querer escuchar.