Quiero ser bombero

Autor: Padre Alejandro Cortés González-Báez   

 

Quien más, quien menos, todos habremos contemplado, por lo menos en la televisión, el trabajo de los bomberos. Mi primer recuerdo sobre el tema es del año 1962, cuando en la ciudad de México se incendió una maderería. Las llamas se levantaron, según las notas periodísticas, cerca de 30 metros de altura. Todo comenzó poco después de las 4 de la tarde y se declaró controlado el siniestro a las 8 de la mañana del día siguiente. Hay que hacer notar que dentro de la misma manzana, pared con pared había una gasolinera, la cual gracias a Dios no fue alcanzada por el incendio.

Recuerdo con nitidez la forma en que aquellos hombres combatían el fuego con prudencia y decisión. Estas actitudes las he contemplado en otros eventos de diversos tamaños. ¿Por qué será que cuando niños muchos deseábamos ser bomberos?

Este 28 de agosto se celebró en todo el país, como es costumbre, el Día del Bombero, aunque quizás convenga precisar: Día de las bomberas y los bomberos, pues cada vez es más frecuente encontrar mujeres que forman parte de ese ejército de valientes. Todos ellos son conscientes de la admiración que la sociedad les tiene.

¡Cuántos actos verdaderamente heroicos! ¡Cuántas vidas ofrendadas para salvar a quienes estaban en peligro! ¡Cuántas horas de guardia “sin hacer nada”, esperando que suene el teléfono para equiparse y salir en busca de esos accidentes, sin saber a ciencia cierta qué tan sencillos o complicados serán! En sus horas de guardia limpian sus unidades y equipos, las instalaciones, practican, aprenden, repasan, enseñan, cocinan y descansan. Todo ello requiere paciencia, que con mucha frecuencia está acompañada de buen humor.

Es bonito constatar el compañerismo que suelen vivir entre ellos, de forma que se podría hablar de una auténtica hermandad. Aunque a veces, como suele suceder hasta en las mejores familias, los hermanos pueden estar en desacuerdos y algo molestos… En fin, seres humanos de carne y hueso como todo el mundo.

Mientras escribo esto me vino a la memoria un recuerdo de mi infancia, anterior al arriba relatado, cuando un vecino provocó una fuga de gas al abrir un tanque y a los pocos minutos llegaron los bomberos. El primero que entró, al ver a todos los vecinos asomados al incidente los saludó con una potente y simpática voz diciendo: “Vaya sustito… ¿Verdad?”

Reza un refrán: Honor a quien honor merece. ¿Qué podemos hacer para reconocer y facilitar las labores de estos valientes? Quizás debamos comenzar por dejarles bien claro a los niños que puede llegar a ser criminal una llamada falsa a los servicios de emergencia. Es muy impresionante saber que más de la mitad de las llamadas son bromas de mal gusto de quienes se divierten sin considerar las consecuencias, en diversos órdenes, pueden ocasionar.

Por otra parte, nos conviene pensar sobre cómo habremos de actuar al escuchar el sonido de las sirenas cuando estamos involucrados en el tráfico de la ciudad.