¿Dónde estás corazón?

Autor: Padre Alejandro Cortés González-Báez   

 

¿Dónde quedaron aquellos: "Mi reina", "cielo", "cariño", "gordita", "cuchi-cuchi", "hija", "flaco", "mi amor", "viejo", "mi prieta", "mi Rambo", "chaparra", "mi Supermán", "mi estrellita marinera", "mi David de Miguel Ángel" y tantísimas otras formas de trato entre los esposos que condimentaban sus relaciones?
Hasta hace algunos años tener un divorciado en la familia era un motivo de vergüenza, pero esos tiempos ya pasaron, hoy en día estamos a la altura del primer mundo en esa "muestra de civilización". Las causas de estos tremendos fracasos son multifactoriales (Esto de “multifactoriales” suena elegante. ¿Verdad?) Por una parte está el descuido de los detalles de cariño, aunado al destructor orgullo que va de la mano del egoísmo y que suelen mezclarse con el llamado “síndrome de corazón de condominio".
Pero ahora quisiera detenerme en el descuido de los padres de familia al no enseñar la importancia del dominio del corazón. Es cierto que al corazón no le corresponde pensar, pero sí debería hacerle caso a la inteligencia.
Por otro lado, algunos pretenden tener una gran fuerza de voluntad ¡sin que ello les suponga esfuerzo! Como sabiamente dice Salvador Canals en su libro “Ascética meditada”: "La ciencia de la guarda del corazón se compone de orden y de lucha, de defensa y de ataque, de conocimiento y de decisión, de renuncia y de sufrimiento; pero todo se ordena hacia la felicidad y hacia su posesión".

Mientras los papás no tengan la fortaleza para dejar de comprarles a sus hijos todo lo que a ellos se les antoje, no habrán comenzado a educar sus corazones, y digo fortaleza porque muchas veces lo que mueve a cumplirles sus caprichos, es el miedo a quedar mal ante parientes; abuelos, tíos, primitos, o los papás de los otros niños.

En definitiva, se trata de que los hijos -y nosotros- entendamos que todos los días deberíamos privarnos voluntariamente de algo que nos guste. No perdamos de vista que cuando son chicos, se les puede antojar la bicicleta de su vecino, pero al crecer se les puede antojar la esposa.

Y cuando los hijos pregunten: ¿Por qué no me quieres comprar tal cosa?, se me ocurre que una respuesta válida sería: Más que decirte el por qué, te diré para qué: quiero ayudarte a educar tu voluntad, y de paso... educo la mía. Es bueno recordar que, las batallas más importantes del hombre se ganan o se pierden en el corazón.

En definitiva, la felicidad tan buscada por todos, está en el cómo ser y no en el tener. Sin embargo, esto exige cambiarle la “forma mentis” y la jerarquía de valores a muchos, es decir, la de quienes buscan la felicidad en lo que se puede comprar con dinero.

Estos temas no podemos esperar que los aprendan los hijos en la escuela, ni en la universidad. Son asuntos que se maman desde recién nacidos y se han de fortalecer en los primeros años de vida como cimientos que puedan soportar los temblores y terremotos que tarde o temprano nos sacudirán.