Matándome suavemente con su canción

Autor: Padre Alejandro Cortés González-Báez   

 

Año 1973. Una hermosa canción, con la hermosa voz de Roberta Flack. ¿Qué más se le puede pedir a una intérprete? Indudablemente es todo un clásico de la buena música moderna (Killing me softly). La letra nos habla de alguien que fue sorprendida por lo que no esperaba: Un desconocido que parecía conocerla, pero no de cualquier forma, sino desde dentro…, desde lo más profundo de su corazón, y lo estaba esparciendo por el aire. Estaban exponiendo su alma ante el mundo entero. Pero sin decirles de quién hablaba. ¡Qué osadía!
“Me dijeron que cantaba una buena canción. Que cantaba con estilo, así que vine a verlo y a escucharlo un rato. Y ahí estaba él, como un joven niño, un extraño a mis ojos, removiendo mi dolor con sus dedos, cantando mi vida con sus palabras. Matándome suavemente con su canción. Me sonrojé tanto, hasta sentir fiebre, avergonzada entre el público. Parecía haber encontrado mis cartas, y que las leía en voz alta. Pedí a Dios que acabara por fin, pero él seguía con ello. Removiendo mi dolor con sus dedos, cantando mi vida con sus palabras. Matándome suavemente con su canción. Cantaba como si me conociera, con todas mis miserias y luego miró justo a través de mí como si yo no estuviera presente, y continuó cantando, cantando claro y fuerte, removiendo mi dolor con sus dedos, cantando mi vida con sus palabras”.
Todo un drama. ¿Con qué autoridad alguien se siente con el derecho de conocernos tan a fondo? Eso no se vale. ¿Por qué hay quienes tienen esa especial capacidad de escudriñar en lo que no queremos que nadie sepa? El alma de cada uno es sagrada. La intimidad no se toca… eso no se debe hacer. Pero… si no sucede corremos el peligro de quedamos solos…, de vivir solos.
¿Será acaso que Dios se vale de ellos para poder entrar en contacto con nosotros? ¿Serán acaso esos médicos que vienen a sanar nuestras heridas? ¿Serán quienes, por el amor que nos tienen, ven en nuestra mirada lo que a los demás pasa oculto… lo que los otros quisieran saber para hacernos daño, y ellos, en cambio, lo saben para sanar lo más valioso que tenemos? ¿Será que desean escudriñar en el fondo de nosotros aquello que nos hace daño y no nos atrevemos a sacarlo a la luz por miedo…, porque nos sentimos avergonzados de tener esas miserias? Es probable… Ojalá y así sea.
¡Qué solos podemos estar a pesar de tener tanta gente a nuestro alrededor! Estamos hechos para amar y ser amados y, sin embargo, hay tanta hambre de amor profundo y verdadero. El mundo está lleno de egoísmo y de soledad. Pero cuidado… ellos, también somos nosotros. Muchas veces estamos esperando lo mismo que los demás extrañan y no se los damos. Con frecuencia ahí nos encontramos nosotros, sin dar lo que exigimos; sin comprender, sin disculpar, sin escuchar, sin interés, sin amor para dar… Sí, “ellos” también somos “nosotros”… Habrá que hacer algo.