Ese absurdo control natal

Autor: Padre Alejandro Cortés González-Báez

 

 

Hace años en Australia se decidieron a criar conejos provocando con ello un enorme desorden ecológico, pues éstos llegaron a convertirse en una grave amenaza para la ganadería vacuna, ya que las dos especies necesitaban el mismo alimento. Para someter esta plaga llevaron perros de cacería, pero estos animales salieron del control de los ganaderos, y terminaron siendo temibles jaurías de animales salvajes. Esto no es más que uno de tantos ejemplos donde aparece con claridad hasta donde pueden llevar el descuido de las leyes ecológicas.

Ya nos hemos acostumbrado a escuchar la expresión: “control natal”, sin embargo pienso que vale la pena detenernos a analizarla y poder descubrir si realmente se adecua a lo que solemos entender. Control natal suele entenderse como el manejo de factores para evitar embarazos, pero sin tener nada que ver con el control personal. En definitiva, se controla el resultado pero no la causa, ni al causante. Meditemos un poco sobre este punto pues, aunque parezca una digresión sutil, considero que arrastra consigo un error de nefastas consecuencias tanto a nivel personal como social.

Algo parecido sucede con algunos programas enfocados a evitar los accidentes automovilísticos de jóvenes alcoholizados, cuando los animan a organizarse en fiestas y discotecas de forma que –después de tomar sin medida– puedan ser depositados en sus casas por algún amigo que decida no tomar. Poco a poco nos hemos acostumbrado a facilitar que los jóvenes no se planteen el esfuerzo que suponen ciertas privaciones, quizás por considerarlo como un atentado en contra de su libertad, en vez de descubrir el sentido positivo que trae consigo la formación de hábitos que los hagan más dueños de sí mismos.

Por poner otro ejemplo, hoy en día el único límite –sí, el único límite eficaz– de la pornografía es el control personal, en base al convencimiento personal de que ésta denigra al ser humano. Pues la facilidad que se tiene hoy en día para acceder a imágenes eróticas es tan grande, que sólo quien no quiera verlas, lo consigue.

Volviendo al tema del control natal, tal parece que los resultados no terminan por demostrarles a los promotores del uso de anticonceptivos y preservativos que, con esas campañas, están haciendo mucho más daño que beneficio, pues pretendiendo que disminuya el número de embarazos cada día va en aumento, llevando –incluso– a practicar abortos, y la razón de ello es la anotada arriba: No se está fomentando el control personal, pues cada día se les facilitan más los medios para ello. Los jóvenes no son dueños de sí mismos sino a lo sumo de un paquete de preservativos... y esto es muy grave. Recordemos que muchos problemas serios serían bastante menores si todos los hijos nacieran dentro de una familia, y no de madres solteras o como consecuencias de adulterios. A este punto, en definitiva, debería enfocarse el sano y ecológico control natal.

Al definir al hombre como animal racional estamos considerando que éste tiene la capacidad de controlar los instintos animales por medio de la razón, así pues, la definición va mucho más allá de la simple capacidad intelectual de concluir resultados a partir de premisas. Por el contrario, cuando la conducta del hombre es controlada solamente por sus instintos y la tendencia al placer y a la comodidad, algo malo está sucediendo.

La formación de hábitos positivos –también llamados virtudes– que tanta importancia tiene en la primeras etapas de la educación –desde el Jardín de Niños hasta los grados de Secundaria– parece que es contravenida por un pesado ambiente permisivo en el que está muy mal visto decir: no. Cuando en una comida ofrecemos platillos sabrosos, solemos presionar para que los comensales los coman aunque se sepa que no les conviene, y si se sirve alcohol, peor aún.

No cabe duda que una adecuada formación de la conciencia, y la fortaleza, son elementos de gran importancia para quien pretenda no ser arrastrado por la propaganda oficial, la mercadotecnia, y la corriente social, en un esfuerzo serio por vivir como auténticos seres humanos.