El hombre despersonalizado

Autor: Padre Alejandro Cortés González-Báez   

 

Somos miles de millones de personas en el mundo y cada una distinta a los demás, con sus diferencias genéticas, nacionalidad y muchas otras peculiaridades.
El ser humano tiene una enorme capacidad de hacer cosas diferentes, y esta maravilla que nos distingue de los demás seres nos permite, entre otras cosas, convertirnos en personas positivas. Tenemos muchos ejemplos en las artes, los deportes, las actividades sociales y religiosas, Pero al mismo tiempo, ser distintos nos permite ser nosotros, ser cada uno un yo irrepetible y, por lo mismo, personalizado.
Cada quien desea ser diferente a los demás, y con ello, aceptado en el grupo social que le resulta más acorde a su forma de pensar.
Cuando los niños van dejando atrás su infancia, comienzan a diferenciarse de sus papás y sus hermanos, y se van atreviendo a hacer muchas cosas que a los mayores les resultan negativas, temerarias y de mal gusto, como por ejemplo su forma de vestir, de peinarse, de hablar… Algunos, para distinguirse de los demás se tatúan de tal manera que parecen paredes de baño de central camionera. Como en lo estético no se pueden imponer reglas universales, no se puede afirmar que los tatuajes sean feos; si acaso podemos decir que nos gustan o no.
Este tipo de asuntos normalmente, se van “superando” con el paso del tiempo hasta aceptar unas normas convencionales. Esto es lo que algunos llaman proceso de maduración.
Sin embargo, por otra parte, podríamos deducir que mucha gente vive su vida como simples espectadores. No la manejan como lo hace el capitán de un barco, que define un destino, utilizando buenos instrumentos, y con un plan de navegación. Sino más bien se dejan arrastrar por otros.
Esta actitud es peligrosa pues se corre el peligro de tragar un estilo de vida sin masticarlo, sin degustarlo, hasta que, con el pasar del tiempo, se sienten defraudados por las consecuencias que irremediablemente trae la vida. Aquí suelen aparecer aquellas frases como “Si hubiera sabido…” cuando muchas veces ya no hay vuelta atrás.
Un tema de no poca importancia es el de la actitud ante la vida y ante los demás. Ejemplos positivos de esto son aquellos que procuran ayudar de forma constante, tanto que convierten la solidaridad en profesión –pensemos en los paramédicos, bomberos, etc.– Pero también hay quienes dan la impresión de oponerse a todo. Son, en definitiva aquellos a los que se les puede decir aquel viejo dicho popular: “Nada te gusta, todo te molesta…, ya cásate chulis”.
En mi opinión personal me atrevo a decir que aquellos que viven odiando, atacando, dedicando su vida a poner obstáculos para que los demás tropiecen, han de terminar desilusionados. Pienso que las llamadas “vibras negativas” deben ser desgastantes y humanamente demuestran poca categoría, pues destrozar una obra de arte lo puede hacer cualquiera, pero crearla sólo lo pueden hacer los maestros.
Hace poco me encontré este consejo en un libro: “Cuando quieras llegar a donde llegaron los grandes, no pises donde ellos pisaron, más bien busca lo que ellos buscaron”.