¿Existe Dios?

Autor: Padre Alejandro Cortés González-Báez   

 

En un libro titulado Dios y los náufragos, José Ramón Ayllón, hombre crítico, analista y gran conocedor de literatura, filosofía y del ser humano, profundiza sobre las obras de varios autores que van desde Agustín de Hipona –San Agustín– y Chesterton, hasta Nietzsche, pasando por Borges y Feuerbach, entre otros.
En su labor de recopilación de textos nos aclara el autor: “Reúno en este libro los testimonios de un puñado de escritores famosos, enfrentados a la más radical de las cuestiones humanas: la pregunta sobre Dios”.
Recojo, a forma de ejemplo, unos pocos textos entresacados de dicha obra por sugerentes y al mismo tiempo dramáticos:
“Mi nombre estará un día ligado al recuerdo de una crisis como jamás hubo sobre la tierra, al más hondo conflicto de conciencia, a una voluntad que se proclama contraria a todo lo que hasta ahora se había creído, pedido y consagrado. No soy un hombre, soy una carga de dinamita”. Y en otro momento afirma: “¡Dios ha muerto. Viva el superhombre”. Nietzsche.
“A la edad de 16 años notifiqué formalmente al capellán de mi colegio que Dios no existía. Aquellos que hayan leído mis novelas quizás entenderán el carácter del mundo en el que exuberantemente me zambullí. Diez años de ese mundo bastaron para mostrarme que la vida allí o en cualquier otro lugar, era incomprensible e insoportable sin Dios”. Evelyn Waugh.
“Sólo existen dos clases de personas razonables: las que sirven a Dios de todo corazón porque lo conocen y las que lo buscan de todo corazón porque no lo conocen”. Pascal.
“A la edad de doce años yo era un poco pagano, y a los dieciocho era un agnóstico completo, cada vez más hundido en un suicidio espiritual… Se dice que el paganismo es la religión de la alegría y el cristianismo la religión del dolor, pero igual de fácil es probar la proposición inversa. Cuando el pagano contempla el verdadero corazón del mundo, se queda helado. Más allá de los dioses que son simplemente despóticos, está el Hades, el reino mismo de la muerte. Y cuando los racionalistas afirman que el mundo antiguo era más ilustrado que el mundo cristiano, no les falta razón desde su punto de vista, pues por ilustrado entienden: enfermo de desesperaciones incurables… En mi opinión, la opresión del pueblo es un pecado terrible; pero la depresión del hombre es un pecado todavía peor… La alegría, que era la pequeña publicidad del pagano, se convierte en el gigantesco secreto del cristiano. Y, al cerrar este volumen caótico abro de nuevo el libro breve y asombroso de donde ha brotado todo el cristianismo, y la convicción me deslumbra. La tremenda imagen me alumbra, en las frases del Evangelio se alza –en esto y en todo– más allá de todos los sabios tenidos por mayores”. Chesterton.
Me animo a añadir a esta muestra de ideas ya famosas, que un error común, pero de no poca importancia, es confundir el disfrute del momento de excitación con la auténtica alegría de conocer de dónde venimos y a dónde podemos ir, pues quien nos dio la existencia nos está esperando amorosamente y para siempre.