Cuando todo se derrumba.

Autor: Padre Alejandro Cortés González-Báez   

 

Somos seres complejos involucrados en ámbitos variados como la familia donde nacimos y la que formamos, el vecindario, nuestros estudios, y el trabajo, que puede ser como empresarios o empleados. Vivimos dentro de uno o más grupos sociales con características y exigencias propias. Es más, nosotros mismos somos complicados como sugiere aquel interesante libro de Emma Godoy "Érase un hombre pentafácico".
En definitiva, todo ello nos hace caer en la cuenta de que la vida es más rica que la teoría, y nos puede servir para descubrir que tenemos una enorme riqueza personal.
Ahora bien, nuestra vida está llena de sorpresas y así nos percatamos que es mucho lo que queda fuera de nuestro control. Los problemas se nos presentan en el cansancio, las enfermedades, los fracasos y todas esas cosas que nos ponen de mal humor, entre las que están los gritos de los niños, el mal humor del marido o de la esposa, o del jefe y la falta de responsabilidad de quienes trabajan con nosotros. Todo eso que podemos catalogarlo como “fuego amigo”.
¿Quién no ha sentido en determinados momentos que todo se viene abajo? Cuando dan ganas de salir corriendo sin rumbo fijo. De echar todo por la borda y mandar a todos a volar. Cuando nos sentimos solos o traicionados. Cuando caemos en la cuenta de que lo que hemos hecho por los demás no ha sido reconocido ni valorado.
Sin embargo, la misma experiencia nos suele recordar que cuando en otras ocasiones nos hemos sentido derrotados, esos asuntos han rectificado su curso y, quien quizás pensaba que ya no tenía sentido su vida pudo descubrir alguna luz de esperanza en la respuesta positiva de un amigo, e incluso, de algún desconocido que supo valorar un gesto nuestro y con paciencia y sentido humano nos brindó unas palabras de apoyo y optimismo.
Es cierto que hay mucho que quisiéramos cambiar y no lo conseguiremos. Será entonces el momento para presupuestar los fracasos. La ventaja de ello no será resolver nuestros problemas, pero nos permitirá dimensionarlos con más objetividad y, si fuera el caso, poder prever un plan B.
En este caprichoso juego de la fortuna siempre podremos preguntarnos qué de positivo podremos sacar de aquellas experiencias negativas para crecer como personas y madurar un poco más. La mediocridad suele ir de la mano del desánimo y viceversa.
La teoría nos dice que en la vida se presentan a veces dificultades que debilitan la mente y el espíritu, pero que podemos superarlas viviendo la virtud de la fortaleza, que lleva a quien la practica a resistir en las pruebas, a enfrentar retos y a emprender acciones valiosas. Ahora bien, ¿de dónde podremos sacar la fortaleza necesaria cuando precisamente es lo que nos hace falta? La respuesta, en ocasiones, estará en sabernos responsables de quienes dependen de nosotros. Podemos decir que es esto lo que ha conseguido que muchos padres y madres de familia superen lo que parecía imposible.