Pío XII y los judíos

Autor: Padre Alejandro Cortés González-Báez   

 

En su libro: Los judíos, Pío XII y la leyenda negra, Antonio Gaspari hace una recopilación de testimonios y datos muy interesantes y esclarecedores, a la vez que amenos, sobre el papel que jugó el Papa durante la Segunda Guerra Mundial dentro de un país –Italia– que fuera aliado de la Alemania nazi, y cómo, gracias a la labor heroica de muchos eclesiásticos, religiosos y religiosas se pudo salvar la vida de varios miles de personas entre las que se encontraba una gran proporción de judíos. De entre los testimonios enunciados quise recoger el presente.

Cuando Pío XII murió, el Rabino jefe de Roma, Elio Toaff, dijo: Más que ninguna otra persona, hemos tenido la ocasión de experimentar la gran bondad y magnanimidad del Papa durante los infelices años de la persecución y del terror, cuando parecía que para nosotros no había ninguna salvación. La comunidad israelí de Roma, donde siempre ha sido muy vivo el sentimiento de gratitud por lo que la Santa Sede ha hecho a favor de los judíos romanos, nos autoriza a referir de manera explícita la convicción de que cuanto hicieron el clero, los institutos religiosos y las asociaciones católicas para proteger a los perseguidos, no puede haber tenido lugar sino con la explícita aprobación de Pío XII.

Por otro lado, ¿cómo hubiera sido posible que cada sacerdote y religioso organizara una estructura de salvamento tan eficiente, capaz de proporcionar sustento, alojamiento, documentos falsos y vías de escape a miles de judíos sin la clara indicación por parte del Pontífice? Con los nazis que rastreaban la ciudad en busca de judíos ¿qué convento, iglesia o colegio habría abierto sus puertas y puesto en peligro a la propia comunidad sin que el Papa hubiera tenido conocimiento y hubiera autorizado la acción? ¿Y quién dio la orden a los monasterios de clausura, donde incluso para los confesores resultaba difícil llegar a las monjas, de abrir las puertas a las familias de los perseguidos?

Además, muchos de los que han escondido a los judíos y varios de los mismos judíos que escaparon al Holocausto, han recordado las precisas disposiciones que provenían de Pío XII. Algunos han afirmado haber leído las cartas de la Secretaría de Estado que invitaban a los obispos a abrir las puertas a los perseguidos.

En efecto, la Iglesia era la única institución que en el periodo de la guerra había mantenido una estructura eficiente, extendida de manera capilar por todo el territorio. En un periodo donde la delación estaba al orden del día los sacerdotes estaban entre los pocos en los que se podía confiar. Y además los prelados podían contar con la solidaria complicidad de los fieles.

Pero la labor de protección y salvamento de los judíos por parte de la Iglesia no habría sido posible sin la existencia de la organización de asistencia judía llamada Dalasem. Sin este lazo habría sido difícil para la Iglesia Católica haber entrado en contacto con todos los judíos que tenían necesidad de ayuda.