Infidelidades

Autor: Padre Alejandro Cortés González-Báez   

 

El corazón humano tiene una posibilidad infinita de dilatación. Claro que no me refiero al miocardio, sino a la capacidad de amar. Pues en ese ámbito podemos encontrar tanto maravillosas gestas heroicas como miserables y cobardes traiciones.
El ser humano puede amar con locura, y de forma ordenada, a su esposa e hijos, a sus padres y hermanos, a su Dios y a su patria, a sus amigos, a los niños, a los pobres y enfermos, a sus “hobbies”, a las artes, a la naturaleza… pero puede, también, dejarse vencer por su debilidad, y amar desordenadamente a quienes -no siendo su cónyuge- le dan lo que no deberían.
Las causas de los adulterios son muy variadas. Desde una personalidad miserable donde no cabe la lealtad, y se vive disfrutando de la malicia de forma cínica, hasta una debilidad casi inocente, donde la persona se ve envuelta en una situación desordenada por ingenuidad; pasando por mezclas de sentimientos producidos por decepciones y hambres de cariño, que fácilmente pueden hacer caer en las telarañas de gente sin escrúpulos, como también de otros sujetos hambrientos de amor.
¡Pobres corazones tan débiles y necesitados de atención! Las infidelidades siempre tienen una historia detrás; nunca se dan de forma espontánea. En muchas ocasiones son producto de la falta de atención, de cariño y de detalles por parte de la pareja. No sé quién dijo: Mi vida es una comedia romántica, pero sin romance. Y es muy cierto, pues hay mucha gente casada, quienes esperando y mereciendo recibir cariño, viven una dieta de afecto de muy pocas calorías.
Entre los matrimonios suelen escucharse demasiadas quejas que podrían evitarse. Con frecuencia son producto de una actitud de víctima, como lo que decía aquella señora hablando de su marido: Lavó los platos sólo tres días, y ya se cree la Cenicienta.
Por otra parte, que duro resulta vivir con una persona que tiene un trato tan dulce y delicado como las espinas de un cactus, o como aquellos que se la pasan fingiendo que son autistas.
En nuestra época, tan marcada por un relativismo moral, se ha perdido el valor de la palabra dada. Se teme al compromiso. Muchos son los que podrían decir de sí mismos: Soy mucho mejor en el chat que en persona.
La lealtad para algunos ha pasado a ser una entelequia ridícula propia de tiempos pasados, cuando debería ser el soporte de toda relación humana. Sin ella no se pueden edificar las instituciones sociales como el matrimonio, la familia, la Iglesia y el Estado.
El hecho de ser imperfectos explica que no puedan haber matrimonios inmaculados; pero esto no justifica a nadie para no esforzarse en la lucha por corregir tanto sus errores, como aquellas cosas que molestan al esposo o esposa; aunque no parezcan objetivas. Unamuno decía que no podía hacer juicios objetivos porque no era un objeto; mis juicios, afirmaba, siempre serán subjetivos pues soy un sujeto.
Qué importante es saber escuchar para poder comprender.