Houston: Ya lo perdimos
Autor: Padre Alejandro Cortés González-Báez
En el viaje del Apolo 13 se hizo famosa la expresión: “Houston: ya
lo perdimos” (No textual), cuando algo falló estando fuera de la
atmósfera terrestre.
La llamada “Era Espacial” nos ha traído una serie importante de
avances en diversos campos del quehacer cotidiano. Pero también
nosotros hemos perdido una sana concepción del hombre.
Concepción, que en otras épocas se había tenido más clara.
Los avances han aportado mejorías en la ropa, las comunicaciones,
el uso de nuevas fuentes de energía, en fin… sin embargo, no
hemos podido terminar con una serie de lacras sociales como los
conflictos bélicos y la falta de entendimiento entre nosotros; pues a
veces la técnica se maneja fuera de una correcta valoración del ser
humano; de tal forma que muchos científicos se han abocado a las
mejoras de la vida diaria, para hacernos más fácil el trabajo desde
el punto de vista material, pero seguimos deteriorando, por poner
un ejemplo concreto, la convivencia personal en el ámbito familiar.
Queda claro que el deterioro dentro de los hogares no es culpa de
los científicos, sino de todos nosotros, cada vez que nos
encerramos en nuestras burbujas de egoísmo, desconectándonos
de las personas que nos rodean, por medio de avanzados aparatos
electrónicos.
Es probable que todo esto se haya acelerado con la llamada
“Revolución industrial” en aquellos casos que la persona fue
sustituida por las máquinas en la búsqueda del aumento de
producción como factor dominante.
Una muestra del deterioro en el trato con los demás es la falta del
respeto a través de los comentarios a las noticias usando las redes
sociales, donde todo el que tenga un teléfono celular se cree con
derecho a insultar a otros y a promover el odio y la violencia en
contra de los “violentos”. No es inusual leer frases como: “¿Por qué
no se matan esos desgraciados y nos dejan vivir en paz?”, o “Que
los gobiernos de todo el mundo masacren a esos infelices que no
respetan a la población civil”.
Me resulta incongruente que se consideren pacifistas aquellos que,
a través de esas “valientes participaciones”, combaten el fuego con
gasolina.
No soy puritano, pero me parece que la manera en que nos
expresamos manifiesta la valoración que tenemos de los demás.
Los insultos, y las llamadas “malas palabras”, suelen herir la
sensibilidad de personas que han sido educadas bajo el principio
del respeto a los demás. No debemos sentirnos ofendidos porque
haya otros a quienes les molesten las groserías. Aquí también se
aplica aquel principio de que mis derechos comienzan donde
terminan los derechos de los demás.
Quizás el origen de estos fenómenos sociales sea la violencia verbal
que reina en tantos hogares, donde los hijos se han acostumbrado
a usar insultos por haber sido tratados así desde muy pequeños, y
consideran, equivocadamente, que la moderación en el lenguaje es
una manifestación ridícula de gente que se cree superior a los
demás, o de personas que les falta valor para insultar.
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