El diablo es muy guapo
Autor: Padre Alejandro Cortés González-Báez
Aguda observación de una pintora, quien afirmaba que si tuviera
que pintar al demonio, procuraría escoger como modelo al
hombre más guapo que pudiera encontrar.
Ya sé que a muchos les molesta que se hable del diablo y del
infierno como un sistema enfermizo de intimidación para procurar
que nos portemos bien. Personalmente estoy de acuerdo con
quienes piensan así, convencido de que el primer mandamiento
del Decálogo es amar a Dios sobre todas las cosas.
Yo no puedo demostrar que el infierno existe pues no lo he visto.
¿Que les demuestre la existencia de ese lugar? De acuerdo pero,
¿en base a qué? ¿Con análisis químicos en un laboratorio, o
colocando un poco del fuego eterno en el porta-objetos de un
microscopio, o resolviendo el problema de su tamaño basado en
una solución matemática de Geometría? Tampoco se pueden
medir el amor y el odio en metros, o litros.
Hace años le oí decir a un obispo santo que: “Hay quienes, de
forma individual —y a veces formando naciones enteras— se han
propuesto olvidarse de Dios... y Dios, como castigo, se los ha
concedido”. Si los sacerdotes no habláramos de estos temas,
seríamos como una Secretaría de Salubridad, que por miedo a
asustar, no nos previniera ante el peligro de algunas epidemias y,
por lo mismo, no estableciera hospitales, ni favoreciera campañas
de vacunación; sino que solamente nos hablara de lo maravilloso
que es estar sanos.
Si yo conozco la existencia del infierno es porque Jesucristo lo ha
enseñado, y eso me basta. Sí, lo conozco a través de la Fe
Sobrenatural. También sé de la existencia de galaxias, de fosas
marinas, de virus, y de muchas otras realidades, por medio de
una fe de menor categoría: la fe humana en los científicos, en los
estudiosos, en mis maestros, en mis mayores, cuando me dicen
que no tengo que vivir en carne propia la historia de otros para
aceptarla como verdadera. Sí, creo en Bernal Díaz del Castillo,
creo en el Códice Colombiano que me habla de la cultura mixteca
en su época prehispánica, y también lo que me dice Flavio
Josefo... tengo fe en ellos, ¿y qué?
Por otra parte, no puedo aceptar que un hombre que para
divertirse le vuele la cabeza a una mujer con un rifle, animado
por odios raciales, y sin arrepentirse de sus crímenes, después
vaya a encontrarse con sus víctimas gozando todos juntos de la
felicidad al lado de Dios. También, moralmente hablando, me
resulta lógica la existencia del infierno.
Considero muy importante no confundir al diablo con un duende
travieso propio de un cuento de hadas. Esto sería comparable con
lo que le sucedió al ejército francés —antes que a los
norteamericanos— cuando subestimaron a los soldados de
Vietnam del Norte, en aquella famosa batalla de Dien-Bien-Fú.
En estos temas, conviene recordar lo que dijo el General Mc´
Arthur, en base a su experiencia de estrategia militar: “La historia
de las derrotas en todo el mundo se puede resumir en dos
palabras: Demasiado tarde”.
Ojalá no perdamos de vista que el demonio sí existe y —que por
envidia— no quiere que nosotros seamos felices.
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