Calvos, vacunas, y buen humor

Autor: Padre Alejandro Cortés González-Báez

 

 

Hace muchos años le oí decir a un gran señor al que admiro por muchos motivos, y que ahora está en el Cielo, que Dios había hecho cabezas perfectas, y a otra les había puesto pelo, y conversando hace poco con unos amigos sobre los diferentes tipos de calvicie, o en su caso, de cómo manejamos los calvos nuestras “cabelleras”, pudimos hacer una somera clasificación:

1. Calvo foco, o bola de billar. 

2. Calvo corona de laureles.

3. Calvo con entradas. 

4. Calvo con entradas que van de salida.

5. Calvo tonsura de órdenes menores.

6. Calvo tonsura de órdenes mayores.

7. Calvo prestamista.

8. Calvo de préstamos con grandes intereses.

9. Calvo de código de barras.

10. Calvo de turbante hindú.

Permítanme dar un salto de dos vueltas y pasar a otro tema. Todos sabemos la importancia de vacunarnos para prevenir enfermedades, pues ellas nos ayudan a crear anticuerpos o defensas ante los virus, bacterias, y demás, que tanto daño pueden hacernos. Pues bien, una vacuna de importancia vital en la vida de todo ser humano es el buen humor. 

Todos los días nos topamos con gente que no tiene nada de buen humor, y con esa terrible deficiencia se enfrentan, como cualquiera, a un mundo que a veces es agresivo, o por lo menos, poco respetuoso, de forma tal que, por donde quiera que pasan, se la pasan mal.

Los amargados suelen destilar su mal humor como una pestilente fragancia que convierte cualquier ambiente en un sitio molesto. En cambio, quienes tiene ese buen humor sano y positivo que les permite conocer, reconocer, y aceptar sus errores y deficiencias, esparcen ese sentido optimista que tanta falta hace sobre todo cuando, por mil motivos, nos encontramos viviendo en sociedades despersonalizadas.

El buen humor está lejos de caer en la chabacanería que provoca la risa fácil, y suele usar como leña los defectos ajenos para burlarse de ellos, cayendo así en auténticas faltas de respeto y de caridad. El buen humor sí hace bromas, pero la gran diferencia estriba en que la persona a la que se dirigen se ríe de buen gusto. En definitiva, no es lo mismo reírse de alguien, que reírse con alguien.

Con relación a lo anterior encontramos personas que son extremadamente sensibles, y como dicen algunos: hasta lo que no comen les hace daño. Ante ellos es preciso cuidar de no decir nada que pueda humillarlos o herirlos, y como esto a veces no resulta fácil, lo que suele suceder es que los demás se alejan de ellos para no tener problemas, y así se van quedando solos, muy solos.

La verdad es que es necesario querer mucho a una persona para soportarle su mal humor, y como algunas de ellas están casadas, su esposo(a) e hijos tienen que hacer esfuerzos muy grandes para tratar de comprenderlas hablándoles, con sinceridad y cariño para animarlas a que pongan de su parte, y luchen por descubrir lo positivo que tienen a su alrededor. 

Sereno moreno, ya verás que con un poco de paciencia y echándole ganas lo superas, pero tienes que reconocer que lo que te hirió tenía razón. . . No malinterpretes lo que oíste o leíste, mira, vuelve a leer o a tratar de recordar las palabras exactas, y procura darles ahora una interpretación positiva, y sobre todo, no exageres. Ya verás que te faltó objetividad. Ánimo, estamos contigo.