Como en el circo romano

Autor: Padre Alejandro Cortés González-Báez

 

 

Era cuestión de tiempo, tarde o temprano pero tendría que llegar el momento en que se orquestara la pretendida polémica sobre la despenalización del aborto. Quieren que nosotros estiremos el brazo, con el dedo pulgar apuntando hacia abajo, para autorizar que se pueda matar impunemente, y además gastando en ello nuestros impuestos, con lo cual nos hacemos cómplices. En definitiva, los abortos pueden ser naturales o provocados, exactamente igual que la muerte de las personas mayores quienes pueden morir por enfermedad o asesinadas.

Pienso que discutir sobre este tipo de temas no debería preocupar a nadie, si nos encontráramos viviendo en una sociedad sana, pues donde hay principios morales, y el esfuerzo personal por vivir de acuerdo a ellos, la gente reconoce con facilidad lo que está mal, y procura evitarlo. Pero nos encontramos en momentos en los cuales la moral de nuestra gente ha sido formada por muchos programas de Televisa, TV Azteca, y las series que vienen de los Estados Unidos. ¡Pobres de nosotros!

Parece ser, que la mayoría de los abortos clandestinos lo realizan médicos con la ayuda de enfermeras, pero en lugares que no cuentan con la higiene y servicios de un buen hospital; de ahí que, en ocasiones, en vez de matar sólo al hijo, también acabe muriendo la madre. Pero eso es en México, pues en Estados Unidos, donde se permiten tales prácticas, cuentan con todos los servicios. Sin embargo también allá se cuida especialmente que las madres no vean los restos mutilados de sus hijos, pues ello aumenta de forma considerable el síndrome post-aborto. “Es fácil sacar a un niño del cuerpo de su madre, pero muy difícil sacarlo de su conciencia”.

Hace unos años llegó a la oficina de Cataline Jefferson -dirigente de un grupo en defensa de la vida en Arkansas- una enfermera quien, entre lágrimas, contó cómo salió corriendo de su trabajo, en una clínica abortista, cuando vio que el médico extrajo el cuerpo de un niño vivo, y lo estrelló contra el suelo antes de que llorara. 

Este ejemplo puede ser considerado como no representativo de lo que algunos pretenden hacer en nuestro país, pues afirman que al llegar el niño a un cierto grado de madurez estará protegido por los leyes, y ya no se le podrá matar. Ahora bien, quise mencionar este caso pues me parece un claro ejemplo de la deformación de una conciencia. Normalmente, cuando hacemos algo malo no empezamos por lo peor, sino cometiendo aquellas acciones que nos parecen de menor importancia. Pero quitarle la vida a un ser humano, aunque sea pequeño, nunca es poco importante.

Al pasar por el Distrito Federal vi unos grandes carteles donde se ve a un cazador disparando a un venado joven con la leyenda: “Nada lo justifica”. ¿Podremos justificar el matar a seres humanos pequeñitos? Algunos afirman que: “según la Neurología hay vida cuando se registra actividad cerebral, y en el feto no la hay durante el primer trimestre del embarazo; no hay sensaciones ni pensamiento”. Sobre lo cual hay que aclarar que eso no lo afirma la Neurología sino “algunos” neurólogos. Estos confunden el alma con la simple actividad cerebral. Si seguimos este ejemplo, y lo aplicamos a la Economía, un ser humano no estaría vivo hasta que haga su primera compra; y por otra parte: ¿A qué edad comienza a razonar un bebé? ¿Será que no está vivo?