Derecho a la injusticia

Autor: Padre Alejandro Cortés González-Báez

 

 

Ya se me fue otro año y ni cuenta me di! ¿No les pasa a ustedes lo mismo? De repente aquí, y ahora, así nomás, sin saber cabalmente en qué fui invirtiendo este tiempo. ¿Saben una cosa? mientras escribo estas notas escucho “otras”, pero de un estilo distinto, en la voz inconfundible del maestro Agustín Lara. Ustedes han de perdonar pero ya me puse romántico.  

Soy conciente de que dar a conocer los propios gozos musicales puede provocar una cierta ruptura con quienes tiene otros gustos, y que en ocasiones esto es motivo suficiente para abandonar una lectura, pero pido compasión para quien nació con la luna de plata, y nació con alma de pirata. . . En fin, ya voy con la imaginación volando hacia Veracruz. Es que no todos los días son fin de año.  

Fui al mercado (no al “supermercado”), y hace unos minutos me encontraba platicando con un hombre bueno, gente sin estudios, pero sí leído. Don José tiene un puesto donde usted puede encontrar cuchillos, coladeras, vasos de vidrio y de plástico, tijeras chinas plegables, cortaúñas, juguetes baratos, rodillos de madera para aplanar la maza. . . en fin, utensilios difíciles de encontrar en las grandes tiendas departamentales. No cabe duda que comprar en este tipo de establecimientos trae consigo un valor agregado, pues exige un trato humano que supera por mucho a los esteriotipados códigos de barras.  

Pues bien, el buen Don Pepe -como lo llaman con cariño sus vecinos comerciale- me dijo una frase que me impactó: “muchas veces nosotros somos víctimas de otras víctimas”. Nunca lo había escuchado en estos términos, y he de reconocer que estas palabras me pusieron de frente a una realidad que, ya anteriormente había contemplado, pero no de una manera tan clara y rotunda. He aquí la sabiduría popular tajante como la verdad misma, sin paliativos, ni circunloquios. Sí señor, he aquí la explicación de muchos males de nuestro “civilizado mundo”. Ya lo ven, valió la pena detenerme unos minutos en esa amable conversación, para poder reflexionar en las últimas horas de este año, sobre algo tan importante.  

Abundando sobre el tema, me pregunto si a veces tratamos de tranquilizar nuestra conciencia pensando que tenemos derecho a ser injustos. ¿Existe, acaso, el derecho a la injusticia? Es decir, ¿cada vez que somos el blanco de tiro de la iniquidad, se puede justificar que nosotros obremos de forma semejante con un tercero? y tal peligro está presente en el tráfico de las ciudades y carreteras; en los negocios; en el hogar. . .; en todas partes.  

La historia de la humanidad no ha conocido un solo día sin injusticias de todos los calibres, pero. . . sin duda, y a unas cuantas horas de cerrar este año, vale la pena preguntarnos qué tanta culpa tenemos cada uno de nosotros en ello, pues equivocadamente solemos señalar a los injustos con el dedo índice, pero -como bien dice Sandra- cada vez que lo hacemos, hay un dedo señalando al otro, y tres apuntándome a mí.  

La justicia es uno de los hábitos de mayor categoría en la jerarquía de las virtudes, de hecho se le cataloga entre las cardinales, es decir, entre las regidoras de las demás, pues de una forma o de otra, los hábitos se entrelazan unos con otros formando personalidades más maduras y equilibradas ---cuando se trata de virtudes---, o débiles y amorfas -cuando se trata de vicios-.  

 Sin justicia no es posible la paz social, aunque en las relaciones interpersonales es preciso que la justicia se acompañe de la capacidad de perdón, de la paciencia, y de la comprensión al enfrentarnos a los errores de los demás, de tal manera que podamos superar  la falta de rectitud ante lo que debería suceder y no sucede.  

Pero también es necesario que luchemos por ser cada día más objetivos. Me atrevería a afirmar que la mayoría de los problemas que nos separan de los demás se deben, no a lo que es injusto en si, sino a lo que a nosotros nos pareció injusto; cuando no se cumplieron nuestras expectativas, es decir cuando, por poner un ejemplo, esperábamos más, y simplemente no nos lo dieron. Luchemos, pues, por un mundo donde reine la paz en base a la justicia, pero también en base a la comprensión y al perdón; pero empezando por nosotros mismos. ¡Feliz año nuevo!