¿Director espiritual?

Autor: Padre Alejandro Cortés González-Báez 

 

 

Supongo que mi estado de salud puede ser de tanto interés para ustedes como el estado de Minnesota para los acapulqueños, sin embargo, permítanme comunicarles que en la puerta de mi cuarto tengo un letrero que dice: “Favor de no pasar. HOMBRE MALO”. Y entre paréntesis: (Enfermo). 

Como todos los años, una colonia de virus se ha apoderado de mi hercúlea naturaleza de forma que, faltó poco para que mi doctor me declarara: “zona de desastre”. Pero en fin, como ha venido sucediendo desde tiempos inmemoriales, los huéspedes de mi organismo no se saldrán con la suya, y espero sobrevivir a esta excitante gripa.

Lo que más me molesta de estas situaciones es dejar de cumplir mis obligaciones, pues aunque en esta época, caracterizada por su secularismo, haya quienes piensen que, si un sacerdote se enferma no pasa nada, hay otras personas que resienten en su trato con Dios la falta de la gracia que suelen recibir a través de los Sacramentos, como también de la ausencia de los consejos dados en la dirección espiritual. Esta práctica podemos compararla, en términos modernos, con una asesoría técnica en los negocios de la vida interior, como también en las relaciones familiares, y en muchos temas más.

Quizás el hombre nunca deje de asombrarse de la prodigalidad que tiene la naturaleza, y dentro de ella, la criatura humana es el ser superior sobre la tierra. Es decir, no se podrá encontrar riqueza superior a la existente en el corazón humano, donde se libran las batallas decisivas de quienes pretenden ser mejores cada día, aunque en tales luchas aparezcan desequilibrios, caídas y derrotas, junto con logros y éxitos, hasta poder conseguir, con la ayuda de Dios, la santidad a la que todos estamos llamados.

Por lo mismo la dirección espiritual resulta ser algo apasionante. Es aquí donde puede intervenir la labor de los sacerdotes, como los instrumentos en manos del escultor o del joyero, para ayudar a quitar lo que estorba, hasta que aparezca la figura deseada, pulida... hermosa.

La función del director espiritual consiste en ayudar a formar la conciencia de quienes acuden a él, de forma que cada quien esté en condiciones de tomar las riendas de su propia vida, es decir que, quien acude a un director espiritual no le traspasa la responsabilidad de sus actos, de igual manera que la cabeza de una empresa acepta o rechaza las sugerencias de sus asesores técnicos, afrontando libremente las consecuencias de sus propias decisiones.

El famoso Cardenal Newman comenta sobre este tema: “Dicen que los hombres se convierten en simples máquinas, y pierden la dignidad de la naturaleza humana cuando se guían por el consejo de otro. Y me gustaría saber lo que llegarían a ser siguiendo su propia voluntad. Yo pregunto a una persona sincera si no reconocería que, en general, el mundo sería mucho más feliz, y cada individuo también, si se dejaran llevar por el consejo de un amigo. Por cada persona que ha sido perjudicada por seguir a su director espiritual, cientos de personas se han dañado, y aun arruinado, por limitarse a su propio criterio”. Es cierto que no todo sacerdote es un buen maestro en estos temas, pero indudablemente que sí los hay. Opino que vale la pena pensar en ello.