La cultura del ligue y sus cómplices

Autor: Padre Alejandro Cortés González-Báez

 

 

Si algo está claro, en ya larga historia de la humanidad, es la complementariedad de los sexos y, por lo mismo, la tendencia empática del uno hacia el otro. No es lógico que se hable del “sexo opuesto” cuando se refieren al hombre y a la mujer: Por favor señores, no son opuestos, sino “complementarios”. Dicha tendencia queda por demás constatada en la literatura universal, así como en el cine y el resto de las artes. Cuando en un filme un hombre ve a una mujer, y cuando una mujer hace como que no ve a un hombre... tan-tan-tan-tán. 

Ahora bien, con el actual relajamiento de costumbres, dicha afinidad es llevada, en la práctica, a una búsqueda de un trato que, con frecuencia, va mucho más allá de lo profesional, es decir, tendiente a una relación personal, aunque no necesariamente formal, ni duradera, en cada encuentro. Este es el inicio de los tan populares acosos sexuales, como también de una gran cantidad de infidelidades matrimoniales. Estamos, pues, situados en el centro de la cultura del ligue.

Escuchaba anoche un programa de radio, trasmitido a nivel nacional, en el que dos afamados conductores entrevistaron a una joven estudiosa en temas relacionados con el comportamiento sexual de los jóvenes. Esta investigadora ha intervenido en la redacción de un libro sobre dicho tema, recogiendo y analizando los resultados de varias encuestas. Lo que me resultó preocupante es la actitud de quienes, desde los micrófonos, consideran a los jóvenes absolutamente incapaces de vivir el autocontrol. De hecho, en algún momento fustigaron severamente al presidente Bush por gastar, lo que a ellos les parece una enorme cantidad de dinero, para promover la cultura de la continencia entre la juventud de los Estados Unidos. Aquí cabe una pregunta: ¿Dónde estará, para estas personas, el límite lógico en gastos económicos para tratar de conseguir una juventud sana en la que no haya enfermedades de trasmisión sexual, ni embarazos no deseados, ni abortos, y sobre todo, que los prepare para ser buenos esposos y buenos padres?

Tanto en temas de educación formal, como dentro del ámbito familiar y en cualquier intento de capacitación del ser humano, es un gravísimo error partir de la base de que los educandos son incapaces para aprender lo que se les enseña. Nada más frustrante, e injusto, que escuchar un reclamo como: “Ya ves, te lo dije, yo sabía desde un principio que eras incapaz de conseguir esta meta”. 

En dicho programa, incluso, se tachó de “hipocresía” a la pretensión de algunos, de fomentar entre los jóvenes la continencia sexual. Frente la actitud de los locutores podríamos trasladar el mismo argumento a temas como la drogadicción y el alcoholismo, así pues, sería válido afirmar también que dada la incidencia creciente de los jóvenes al consumo de drogas y alcohol, sería una hipocresía hacer campañas para que superen estos vicios. Si no conseguimos que los jóvenes tengan control sobre sus pasiones, entre otras cosas, no podemos esperar que vivan la fidelidad cuando estén casados. Pues quien no sabe dominar sus apetitos antes de casarse continuará teniendo relaciones sexuales con otros, en cualquier momento, sin importarles sus compromisos.

En el fondo de la actitud negativa de estos locutores hacia la dignidad y capacidades de los jóvenes, encontramos la tendencia a equipararlos con los animales, pues no se les considera capaces de manejar sus instintos. Claro está que la inclinación sexual es muy fuerte, pero para nada se manejó la necesidad de fortalecer la voluntad para superar unas tendencia que permitan a los adolescentes crecer como auténticos seres humanos; es decir con capacidad de regir sus vidas por medio del ejercicio de la razón y ejercitándose en virtudes orientadas por valores como la fidelidad, el respeto a uno mismo y a los demás, etc. Quienes hablaban desde aquella estación de radio, afirmaban que la educación sexual es deficiente. No cabe duda. Que los padres actúan cobardemente y no se atreven a tocar estos temas. He aquí otra triste realidad. Pero no es “aceptando como un hecho” que los niños y los adolescentes sigan viendo pornografía y teniendo relaciones sexuales como se podrán resolver estos problemas. Tampoco entiendo que pretendan desautorizar, como un medio para educar a los jóvenes, la “moral tradicional”. Si muchos jóvenes están desorientados es, en parte, porque algunos adultos, en los medios de comunicación, están contribuyendo en ello; es decir, porque también ellos están desorientados. Hay quienes pueden entender esto, y otros que no. Usted ¿en qué lado está?